Los Animales y la Abuela



En un pequeño pueblo rodeado de montañas verdes y árboles frutales, vivía una abuela llamada Eloísa. Todo el mundo la quería porque siempre tenía una sonrisa y una historia encantadora. Pero lo que más le gustaba a Eloísa era el jardín que había creado en su casa. Era un lugar mágico, lleno de flores de todos colores, mariposas danzantes y, lo más especial, animales que venían a visitarla.

Cada mañana, Eloísa salía al jardín y decía:

"¡Buenos días, amigos del jardín!"

Los animales le respondían con sus sonidos. Los pájaros trinaban alegres, los gatos maullaban suave, y hasta las ranas croaban en armonía. Todos ellos la adoraban porque sabía contarles historias fascinantes.

Un día, mientras Eloísa regaba sus plantas, notó algo inusual. Su jardín estaba lleno de pequeñas flores marchitas y de repente, los animales empezaron a acercarse con expresiones preocupadas:

"¿Qué ha pasado, abuela Eloísa?" preguntó Pipo, el pajarito más curioso.

"No lo sé, querido Pipo. Pero parece que algo no va bien en el jardín" respondió ella.

Los animales, decididos a ayudar, se reunieron para averiguar qué estaba sucediendo. Dijeron:

"¡Vamos a investigar juntos!" propuso Mía, la gata aventurera.

Así, comenzaron a buscar pistas. Primero, encontraron a una oruga llorando bajo una hoja.

"¿Por qué lloras, amiga oruga?" preguntó Eloísa.

"Es que mis amigas mariposas se han ido y no sé dónde están. Sin ellas, me siento sola."

La abuela se agachó para consolar a la oruga:

"No te preocupes, vamos a encontrarlas. Juntos podemos hacerlo."

Los amigos de Eloísa decidieron dividirse para cubrir más terreno. Los pájaros volaron alto, mientras que los animales del suelo se aventuraron entre los arbustos. Después de un buen rato, Pipo retornó con una gran noticia:

"¡He visto a las mariposas! Están en el bosque cercano, se ven muy tristes."

Sin pensarlo dos veces, los animales y Eloísa marcharon hacia el bosque. Al llegar, vieron a las mariposas, que volaban bajo y sin brillo.

"¿Qué les pasa, queridas mariposas?" les preguntó Eloísa con su voz suave.

"No hemos encontrado suficientes flores para alimentarnos. Sin flores, no podemos vivir bien."

Eloísa sintió una punzada en su corazón. Se dio cuenta de que su jardín marchito era el resultado de la sequía. Entonces, tuvo una idea brillante:

"¡Y si plantamos juntos un nuevo jardín?"

Las mariposas brillaron al escuchar eso y respondieron:

"¡Sí! ¡Nos encantaría!"

Así, la abuela y todos los animales comenzaron a trabajar. El pajarito Pipo volaba alto buscando semillas, Mía rascaba la tierra, y los demás animales ayudaban a regar. Mientras trabajaban, Eloísa les contaba historias sobre el ciclo de la naturaleza, enseñando la importancia de cuidar el medio ambiente.

Los días pasaron y, con esfuerzo y amor, el nuevo jardín floreció. Las mariposas, felices, regresaron y comenzaron a danzar de nuevo entre las flores.

"¡Mira, abuela! ¡Ahora tenemos un jardín hermoso!" gritó Pipo.

"¡Hicimos esto juntos!" respondió Eloísa, emocionada.

Desde entonces, el jardín fue un lugar aún más mágico. Cada mañana los animales venían a contar sus aventuras y a aprender de la abuela. Ellos comprendieron la importancia de cuidar los árboles, las flores y a cada ser vivo.

"Abuela, gracias por enseñarnos a cuidar nuestro hogar," le dijo Mía.

"De nada, mis queridos amigos. Recordemos siempre que juntos podemos hacer del mundo un lugar mejor."

Y así, Eloísa y sus animales vivieron felices en su jardín, compartiendo historias, risas y, por supuesto, muchas flores.

FIN.

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