Los Anunnaki y la Estrella Perdida
Érase una vez, en un lugar muy lejano del cielo, un grupo de seres mágicos llamados Anunnaki. Eran altos, con grandes ojos brillantes y vestían túnicas de colores resplandecientes. Cada uno de ellos tenía un don especial: algunos podían hacer crecer flores con solo mirarlas, otros podían crear melodías que alegraban los corazones, e incluso había quienes controlaban el viento y las nubes.
Un día, durante una reunión en el parque flotante de las nubes, la líder de los Anunnaki, llamada Lúmina, habló con preocupación.
"Queridos amigos, ha sucedido algo terrible. Una de nuestras estrellas más brillantes ha desaparecido. Sin ella, el cielo se ve triste y nosotros hemos perdido parte de nuestra magia. ¡Debemos recuperarla!" - dijo Lúmina, mientras sus ojos resplandecían de determinación.
Los demás Anunnaki comenzaron a murmurar entre ellos.
"¿Cómo vamos a encontrarla?" - preguntó Térion, el maestro de las melodías.
"Podríamos usar nuestra magia, pero puede que no sea suficiente. Necesitamos ayuda de aquellos que están en la Tierra," - sugirió Nía, la que hacía crecer flores.
Lúmina asintió.
"Tienen razón. Pero debemos elegir a algunos de nosotros para que bajen. ¿Quiénes se atreverán a arriesgarse?" - propuso.
Después de discutirlo, decidieron que Lúmina, Térion y Nía serían los valientes que descenderían al mundo humano.
Al llegar a la Tierra, se encontraron en un hermoso prado lleno de flores. Allí conocieron a una niña llamada Sofía, que estaba recogiendo flores para hacer un ramo.
"Hola, pequeña de la Tierra. Somos Anunnaki y necesitamos tu ayuda. ¿Has visto alguna estrella perdida en el cielo?" - preguntó Lúmina con voz amable.
"Hola. No he visto ninguna estrella, pero a veces siento que las estrellas me hablan en la noche" - respondió Sofía, intrigada.
"¿Nos ayudarías a buscarla? Quizás puedas guiarnos en este mundo" - dijo Térion con su voz melodiosa.
Sofía, emocionada, aceptó ayudar. Juntos, caminaron por el prado, explorando las colinas y los ríos. Le enseñaron a la niña sobre la magia de las flores, cómo hacer que crecieran flores brillantes en un instante, mientras se escuchaban las melodías de Térion, que alegraban el ambiente.
Pero de repente, vieron en el horizonte una oscura nube que se acercaba rápidamente. Era la nube del temido Humidra, un ser que se alimentaba de la luz de las estrellas.
"¡Rápido!" - gritó Lúmina. "Debemos escondernos. Humidra no querrá que encontremos la estrella perdida."
"¿Qué haremos si nos atrapa?" - preguntó Sofía, asustada.
"Usaremos nuestra magia para protegernos. Necesitamos que tú también uses tu valentía, Sofía. La amistad y la valentía son las verdaderas fuerzas," - le respondió Nía.
Sofía, recordando todas las historias sobre la valentía, tomó una profunda respiración y decidió enfrentar su miedo.
"¡No se asusten! Juntos podemos lograrlo. Les prometo que no dejaré que Humidra nos atrape!" - exclamó, llenándose de coraje.
Cuando Humidra apareció, escuchó las melodías de Térion y vio las flores brillantes de Nía. Se detuvo, confundido.
"¿Qué criaturas son ustedes? Nunca vi algo así," - murmuró Humidra, retrocediendo un poco.
"¡Nosotros somos los Anunnaki y vinimos a buscar la estrella perdida! Pero también queremos que sepas que la luz no puede ser consumida. Al contrario, debe compartirse. ¿Por qué no dejas que la estrella brille una vez más?" - dijo Lúmina, con dulzura.
Humidra miró hacia el cielo y vio cómo las estrellas comenzaban a titilar, a recuperar su luz.
"No sabía que había belleza en la luz. Siempre pensé que me haría más fuerte tenerla solo para mí…" - dijo Humidra, mostrando un atisbo de cambio.
"La verdadera fuerza viene de la unión y la amistad, no de la oscuridad" - explicó Nía.
Con esa pequeña chispa de comprensión, Humidra decidió liberar la estrella que había robado. Con un movimiento de su mano, la estrella brilló de nuevo y subió al cielo, iluminando todo a su alrededor.
Sofía, satisfechamente sonriendo, miró a sus nuevos amigos.
"Lo hicimos, lo logramos juntos!" - gritó, saltando de alegría.
"Claro que sí, Sofía. La valentía está en nuestros corazones, y cuando se une con la amistad, puede deshacer cualquier sombra", - dijo Térion, harmonioso como siempre.
Los Anunnaki agradecieron a Sofía por su valentía y por ayudarles a recuperar la estrella. Regresaron al cielo, donde la estrella brillaba más que nunca. Desde entonces, Sofía miraba al cielo todas las noches, iluminada por la amistad y la magia que había vivido.
"Siempre recordaré que el verdadero brillo de las estrellas viene de aquellos que amamos" - susurraba ella sonriendo.
Y así, en el rincón más lejano del cielo, los Anunnaki continuaron cuidando de las estrellas, recordando siempre la lección que aprendieron. Y Sofía, con su corazón lleno de magia, siguió recogiendo flores y compartiendo su luz con el mundo.
Fin.
FIN.