Los arquitectos del jardín de San Pablo Apóstol
Había una vez en el jardín San Pablo Apóstol, un lugar mágico donde los niños se reunían para jugar y aprender.
Las seños Sil, Andre, Cami, Lore, Jor y Mari habían preparado todo con mucho cariño para recibir a los pequeños aventureros. - ¡Buenos días, niños! -saludó la señorita Sil con una sonrisa-. ¿Están listos para vivir nuevas experiencias hoy? - ¡Sííí! -gritaron emocionados los niños. El jardín estaba lleno de coloridas flores y divertidos juegos.
Los pájaros cantaban alegremente y el sol brillaba en lo alto del cielo.
Pero algo amenazaba con arruinar la diversión: ¡los mosquitos! - Ay, estos mosquitos no nos dejan en paz -se quejó la señorita Lore mientras agitaba sus brazos para espantarlos. Los niños reían al ver a las seños intentando ahuyentar a los molestos insectos. Pero entonces, la señorita Cami tuvo una brillante idea.
- ¡Ya sé qué podemos hacer! Vamos a construir casitas de papel para atrapar a los mosquitos. Así podremos jugar tranquilos. Los niños asintieron emocionados y se pusieron manos a la obra. Con papel de colores y mucha creatividad, crearon pequeñas casitas que colgaron estratégicamente por el jardín.
Pronto, los mosquitos empezaron a ser capturados uno por uno. - ¡Funciona! -exclamó la señorita Jor con alegría-. Ahora sí podemos disfrutar sin preocuparnos por ellos. Los niños corrieron entre las casitas de papel, riendo y jugando sin parar.
Descubrieron tesoros escondidos entre las flores, treparon árboles como valientes exploradores y construyeron castillos de arena en el arenero. Al caer la tarde, todos se sentaron en círculo bajo un árbol centenario mientras el sol se ocultaba en el horizonte.
- Ha sido un día maravilloso -dijo la señorita Mari con ternura-. Recuerden siempre que juntos podemos superar cualquier obstáculo si trabajamos en equipo y usamos nuestra imaginación.
Los niños asintieron felices, sabiendo que cada día en el jardín San Pablo Apóstol sería una nueva aventura llena de aprendizaje y diversión. Y así, entre risas y abrazos, despidieron otro día inolvidable en su amado jardín. Y colorín colorado...
esta historia ha terminado pero las aventuras en el jardín San Pablo Apóstol apenas comienzan.
FIN.