Los Aventureros de los Pollitos



Había una vez un niño llamado Lucas que vivía en un pintoresco pueblo rodeado de campos verdes y colinas suaves. Lucas era un niño curioso y lleno de energía, pero lo que más amaba en el mundo eran los pollitos. Cada vez que pasaba por la granja de Don Alfonso, no podía evitar mirar embobado cómo correteaban los pequeños pollitos amarillos por el patio.

Un día, Lucas decidió ir a visitar a su padre, quien trabajaba en el campo. Mientras caminaban por el sendero, Lucas dijo entusiasmado:

"Papá, hoy quiero ver a los pollitos. Espero que podamos encontrarlos!"

"¡Claro, Lucas! Vamos a dar una vuelta por el campo a ver si conseguimos ver algún nido con pollitas. A veces ahí viven pequeños pollitos" respondió el padre con una sonrisa.

Después de un rato de recorrer los campos, Lucas y su padre llegaron a un pequeño arbusto cubierto de flores. De repente, Lucas escuchó un suave piar que venía de detrás del arbusto.

"¡Papá, escuchá!" dijo Lucas emocionado.

"Creo que viene de ahí. Vamos a ver de qué se trata!"

Con mucho cuidado, comenzaron a acercarse. Para su sorpresa, encontraron un nido con tres pequeños pollitos. Sin embargo, no estaban solos. Al lado del nido, había una hermosa gallina que los cuidaba con esmero.

"¡Miralos, papá! Son tan adorables!" exclamo Lucas.

"Sí, Lucas. Pero debemos ser respetuosos. La gallina probablemente esté protegiéndolos y no deberíamos molestarlos," advirtió su padre.

Lucas asintió, pero en el fondo le gustaría acercarse a acariciar a los pollitos. De repente, la gallina los miró con curiosidad.

"Papá, ¿y si les traemos comida para que se sientan cómodos?"

"Es una buena idea, Lucas. Acompáñame," respondió su padre.

Así que se fueron a la casa a buscar granos de maíz que había sobrados para las gallinas. Cuando regresaron, la gallina parecía aceptar su presencia y dejó que Lucas le tirara un poco de maíz.

"¡Mirá, papá! Se acercan!" gritó Lucas llenándose de alegría.

"Sí, y me parece que están hambrientos," contestó su padre mientras observaba la escena con cariño.

Durante los siguientes días, Lucas y su padre regresaron al mismo lugar con comida y le dieron cariño a los pollitos. Pronto, todos se convirtieron en grandes amigos. Pero un día, al llegar al nido, se encontraron con una sorpresa increíble: ¡el nido estaba vacío!"¿Dónde están los pollitos, papá?" preguntó Lucas con tristeza.

"Quizás ya aprendieron a volar y se están aventurando un poco más lejos," dijo su padre.

Lucas se sintió un poco decepcionado, pero entendió que era parte del ciclo de la vida. Sin embargo, decidió que debía hacer algo especial para recordar a sus amigos.

"Papá, deberíamos hacer un cartel para el campo. Algo que diga, '¡Aquí hay pollitos felices! Los extrañamos!'"

"Es una gran idea, Lucas. Así siempre recordaremos a esos pequeños aventureros que fueron parte de nuestra vida," sonrió su padre.

Juntos, hicieron un cartel colorido y lo colocaron en el arbusto donde encontraron a los pollitos por primera vez. Cada vez que pasaban, Lucas sonreía al recordar aquellas tardes divertidas llenas de risas y piar.

Con el tiempo, Lucas aprendió que si bien los pollitos ya no estaban con ellos, su memoria seguiría viva en su corazón y en el cartel. La aventura con sus papás le enseñó a apreciar la naturaleza y a entender el ciclo de vida de los animales. A partir de entonces, Lucas siempre se paraba a mirar a las aves que volaban y soñaba con nuevas aventuras.

"Un día tendré muchas más aventuras, papá. Y espero ver a muchos más pollitos en el camino!"

"Seguro que sí, Lucas. ¡La vida está llena de sorpresas! ," contestó su padre.

Y así, con una sonrisa en su rostro, Lucas aprendió que el amor por los animales y la naturaleza nunca se olvida, y que cada encuentro, por pequeño que sea, puede ser una gran aventura.

FIN.

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