Los Aventureros de Posadas
En la hermosa provincia de Misiones, en la ciudad de Posadas, había un grupo de niños que asistían a la escuela Santa María. Eran un grupo diverso, lleno de energía y curiosidad, siempre listos para explorar los encantos de su ciudad. Cada recreo, la escuela se convertía en una puerta a nuevas aventuras.
Un día, mientras jugaban en el patio, Agustín, el más aventurero del grupo, dijo: "¡Chicos! ¿Qué les parece si hacemos una búsqueda del tesoro?". Todos mostraron interés y comenzaron a murmurar entre ellos.
"¡Sí! Podríamos buscar tesoros escondidos en los parques o incluso en el río!" - propuso Sofía, que siempre tenía grandes ideas.
"¡Y podemos crear un mapa para encontrar los tesoros!" - agregó Lucas, que era un experto dibujante. En ese momento, los ojos de todos brillaban con emoción.
Juntos, decidieron hacer el mapa de los lugares más emblemáticos de Posadas: la costanera, la plaza 9 de Julio, y el famoso Parque Armando Teero. Pasaron el resto de la tarde dibujando, soñando y riendo, listos para su gran aventura.
Al día siguiente, con sus mapas en mano, el grupo partió rumbo a la costanera. Al llegar, quedaron maravillados con el paisaje. "¡Miren el río Paraná!" - exclamó Juan, mientras corría hacia el agua.
Estuvieron buscando durante horas, pero no encontraban el tesoro. La diversión se estaba convirtiendo en frustración. La tarde avanzaba y los niños empezaban a desanimarse.
"¿Y si el tesoro no existe?" - preguntó Clara con un susurro.
"No, no, no! ¡El tesoro tiene que estar aquí!" - dijo Agustín, decidido. "Tal vez lo estamos buscando de la forma equivocada. Tal vez el verdadero tesoro son los momentos que pasamos juntos."
Los niños se quedaron en silencio, reflexionando sobre las palabras de Agustín. De repente, Sofía tuvo una idea brillante. "¡Vamos a hacer un picnic! ¡Así celebramos nuestra amistad!" - sugirió. Todos estuvieron de acuerdo y se sentaron a compartir sus meriendas y cuentos.
Mientras disfrutaban de sus sándwiches de mermelada y jugo de naranja, rayos de sol brillaban entre las hojas de los árboles. En ese momento, Clara, que siempre había sido muy observadora, dijo: "¿Vieron? Estamos creando recuerdos que jamás olvidaremos. Esto es un tesoro."
Luego de su picnic, los niños decidieron explorar aún más. En su camino hacia la Plaza 9 de Julio, encontraron un grupo de artistas callejeros. Allí, se realizaron sorprendidos al ver a un malabarista.
"¡Wow! ¿Podemos intentarlo?" - preguntó Lucas con entusiasmo. El malabarista sonrió y les ofreció una mini clase. Los niños pasaron un rato increíble aprendiendo a lanzar pelotas y reírse de sus propios errores.
Cuando decidieron continuar su búsqueda, tenían claro que no necesitaban un verdadero tesoro material. Ya habían encontrado algo mucho más valioso: la compañía, la risa y la magia de la amistad. Después de explorar la plaza, notaron un pequeño rincón por el que nunca habían pasado. Estaba lleno de plantas de colores, mariposas y un pequeño estanque.
"¿Vieron este lugar? Es hermoso!" - exclamó Sofía. Todos se pusieron a explorar, entre risas y juegos.
Mientras el sol comenzaba a ponerse, los niños se sentaron alrededor del estanque, admirando lo que habían descubierto juntos.
"Hoy ha sido el mejor día de mi vida" - dijo Agustín con una gran sonrisa.
"Y a pesar de no encontrar un tesoro, creo que hemos descubierto el mejor de todos" - concluyó Clara mirando a sus amigos.
Así, los niños comprendieron que a veces los verdaderos tesoros no son necesariamente objetos, sino las experiencias que vivimos y las amistades que construimos. Y aunque su búsqueda no parecía haberse materializado, cada uno volvió a casa con un corazón lleno de alegría y un gran aprendizaje: "¡Hoy hemos encontrado el mejor tesoro!"
FIN.