Los aventureros del Bosque Alegre



Había una vez, en un frondoso bosque lleno de colores y sonidos, cinco amigos muy especiales: Leo el león, Tina la tortuga, Max el mono, Pía la perdiz y Rufi el ratón. Cada uno de ellos tenía su propia personalidad y peculiaridades, pero todos eran buenos amigos.

Leo era un león muy curioso pero a veces se distraía fácilmente con todo lo que veía. Tina, aunque algo lenta, siempre tenía los mejores consejos. Max era un alma libre que siempre estaba saltando de rama en rama, mientras que Pía, la perdiz, amaba volar alto, y Rufi, el ratón, tenía una increíble capacidad para encontrar soluciones a los problemas.

Un día, decidieron explorar una parte del bosque que nunca antes habían visitado.

"¡Vamos a ver qué hay más allá del Arroyo Brillante!" - gritó Leo emocionado.

"¿Pero no será peligroso?" - preguntó Tina, algo preocupada.

"¡No seas miedosa! Será una gran aventura!" - respondió Max, saltando de rama en rama.

"Yo quiero ir, pero necesito que no se olviden de mí" - dijo Rufi un poco inseguro.

"¡No te preocupes, siempre estaremos juntos!" - aseguró Pía, dándole una palmadita en la cabeza.

Así, comenzaron su aventura. Mientras caminaban, Leo no paraba de distraerse con las mariposas y los colores de las flores, pero sus amigos estaban allí para ayudarlo a concentrarse.

"¡Mirá, Leo! Una mariposa azul, pero tenemos que seguir adelante" - le recordaba Tina.

Después de una larga caminata, el grupo llegó a una gran cueva. La cueva era oscura y profunda.

"¿Entramos?" - preguntó Max.

"No, eso da miedo" - respondió Tina, un poco asustada.

"Pero, ¿y si encontramos un tesoro?" - sugirió Rufi, haciendo eco de su curiosidad.

"Voy a ir a ver, ¡yo no tengo miedo!" - dijo Leo con confianza.

Leo se adentró en la cueva, mientras sus amigos lo miraban un poco preocupados. Dentro, encontraron un lindo brillo.

"¡Es increíble!" - exclamó Leo al ver piedras brillantes en las paredes. Pero mientras exploraba, se distrajo con un destello de luz.

"Leo, ten cuidado!" - gritó Pía.

De repente, sin darse cuenta, Leo se alejó del grupo.

"¿Leo?" - llamaron todos al unísono.

Leo, al darse cuenta de que se había perdido, empezó a entrar en pánico. Pero entonces escuchó las voces de sus amigos, y se tuvo que parar a pensar.

"Tengo que respirar y recordar lo que hicieron las otras veces. Ellos están aquí conmigo" - se dijo Leo, haciendo un esfuerzo por calmarse.

Mientras tanto, sus amigos no se quedaron tranquilos.

"No podemos dejarlo solo" - dijo Max.

"Sí, ¡hay que buscarlo!" - asintió Tina.

"Voy a volar y mirar desde arriba" - propuso Pía.

Y así, todos se pusieron en acción.

Rufi comenzó a buscar por los túneles y llamó a Leo para que le respondiera.

Después de un momento de angustia, finalmente Leo contestó:

"¡Estoy aquí! Solo necesito un momento para encontrar el camino de vuelta" - les dijo, sintiéndose más tranquilo.

Con la ayuda de Pía que voló y les mostró el camino, lograron reunirse.

"¡Leo! Nos preocupaste" - exclamó Rufi al abrazarlo.

"Lo sé, pero aprendí que aunque sea fácil distraerse, siempre hay que mantener la calma y recordar que mis amigos están aquí" - respondió Leo con una sonrisa.

De regreso a la entrada de la cueva, Tina les contó lo importante que era respetar los ritmos de cada uno:

"A veces el camino puede parecer difícil, pero siempre hay una manera de salir entre todos".

"¡Sí! La próxima vez, debemos tener un plan y ayudarnos unos a otros a no distraernos tanto" - propuso Max.

Desde ese día, los cinco amigos se ayudaron cada vez más a reconocer y manejar sus propias distractividades y los momentos de pánico, siempre recordando que lo más importante era estar juntos.

Y así, en su querido Bosque Alegre, ¡vivieron muchas más aventuras llenas de lecciones de amistad y compañerismo!

FIN.

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