Los Aventureros del Bosque Encantado



Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de verdes colinas, dos amigos inseparables llamados Tomás y Lucía. Desde que habían aprendido a caminar, no había un solo día en que no exploraran juntos. Su lugar favorito era el Bosque Encantado, un lugar lleno de misterios y maravillas.

Una mañana soleada, Tomás llegó casa de Lucía con una brillante idea.

"¡Lucía! Hoy vamos a explorar la parte del bosque que nunca hemos visitado. ¡Dicen que hay un río escondido!"

"¡Genial! Siempre he querido ver un río. ¡Vamos ya!"

Mientras caminaban, se encontraron con un árbol gigante.

"¡Mirá ese árbol! ¿Podremos subirlo?"

"Sí, claro, pero debemos tener cuidado, está un poco resbaloso," dijo Lucía, mientras ya comenzaba a escalar.

Los dos amigos lograron subir al árbol y desde lo alto pudieron ver todo el bosquecito.

"¡Esto es increíble!"

"¡Sí! ¿Ves esa colina allá? Creo que el río está detrás de ella."

Bajaron rápidamente y siguieron su camino. Pero pronto se dieron cuenta de que el sol comenzaba a esconderse.

"Tomás, creo que deberíamos volver. No quiero perderme en el bosque de noche."

"Tenés razón, Lucía. Pero estoy tan cerca de verlo... ¿Y si sólo avanzamos un poco más?"

Con un poco de duda, decidieron avanzar un poco más. Sin embargo, al dar solo unos pasos, se dieron cuenta de que el camino se volvía cada vez más oscuro y desconocido.

"¿Estás escuchando eso?"

"Sí, creo que son ruidos de animales... ¡Tal vez deberíamos volver!"

"¡No! ¡Solo un poco más!"

A pesar del miedo, Lucía enfrentó sus temores y siguió adelante. Justo cuando estaban a punto de rendirse, encontraron un pequeño arroyo lleno de peces brillantes que saltaban.

"¡Mirá, Tomás! ¡Es hermoso!"

"¡No puedo creer que lo hayamos encontrado!"

Se sentaron al borde del agua y contemplaron cómo los peces jugaban en el arroyo. Pero pronto llegó la noche y el bosque se iluminó con miles de estrellas.

"Fue increíble haber venido aquí, pero ahora sí tenemos que volver. ¡No quiero que nos encontremos con un oso!"

"¡Un oso!" Lamentó Tomás. "Siempre tengo que pensar en lo peor…"

Al volver, se dieron cuenta de que el camino era aún más difícil y oscuro de lo que recordaban.

"¿Sabes qué? Esto es aterrador…"

"¡No! ¡Nos tenemos unos a otros! Siempre podemos ayudarnos entre nosotros," dijo Lucía con valentía.

Tomás sonrió y se sintió más tranquilo. Pero de repente, escucharon un crujido detrás de ellos.

"¿Qué fue eso?"

"¡Vamos, sigamos!"

Corrieron juntos dejando atrás el ruido. Finalmente, encontraron un claro donde la luz de la luna iluminaba el suelo.

"Mirá, el camino está ahí!"

"¡Vamos, rápido!"

Corrieron hacia el camino, y a medida que se acercaban, vieron la luz cálida de su pueblo. La tensión se disipó cuando finalmente regresaron a casa.

"Lo logramos, Lucía. ¡Fue una aventura increíble!"

"¡Sí! Pero la próxima vez, recordá que la curiosidad no tiene que hacernos olvidar de volver a casa antes de que anochezca."

Ambos aprendieron la importancia de la amistad, el trabajo en equipo y de cuidarse mutuamente, mientras se enfrentaban a lo desconocido. Desde ese día, cada vez que iban de aventura, siempre llevaban una linterna, para que la luz nunca se apagara en su camino. Y así, Tomás y Lucía continuaron explorando el bosque, pero ahora se aseguraban de volver a casa antes de que cayera la noche.

Y colorín colorado, esta aventura ha terminado.

FIN.

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