Los Bueyes y la Gallinita Valiente



En un hermoso y verde campo, donde el sol brillaba todos los días y un suave viento acariciaba las flores, vivía un grupo de bueyes salvajes. Eran grandes, fuertes y, aunque parecían imponentes, estos bueyes se habían ganado una mala reputación: se decía que les encantaba comer gallinas. Las aves del corral les temían, y los granjeros siempre vigilaban de cerca para evitar que los bueyes entraran a sus terrenos.

A pesar de su fama, los bueyes solo querían vivir en paz. Uno de ellos, el más grande y robusto llamado Bruno, solía suspirar mirando los campos que no podía pisar por el miedo de los granjeros.

"¡Ah, cómo desearía tener amigos!" - decía Bruno, con su profunda voz.

"Pero todos nos temen por nuestra apariencia. Nunca podremos demostrar que no somos malos" - agregaba su amigo, Chiquito, un buey más pequeño pero lleno de ideas.

Un día, cuando la situación parecía desesperada, una gallinita llamada Clara se aventuró más allá de su corral. Clara era valiente y curiosa, y aunque había escuchado las historias de los bueyes, no les temía. Al ver a los bueyes pastando, se acercó.

"Hola, amigos grandes. ¿Son de verdad tan peligrosos como dicen?" - preguntó Clara, con voz temerosa pero decidida.

Bruno, sorprendido por la llegada de la gallinita, respondió con dulzura:

"Nosotros solo queremos vivir tranquilos. La gente nos teme por nuestra apariencia, pero en el fondo somos buenos."

Clara, intrigada, decidió quedarse y escucharlos. Así, pasaron un rato hablando sobre los sueños de cada uno. Bruno soñaba con ser amigo de las gallinas, y Clara le contó que a menudo se sentía sola, ya que todas sus amigas tenían miedo.

"¿Por qué no hacemos algo para demostrar que no somos peligrosos?" - sugirió Chiquito.

"Podríamos organizarnos y hacer un evento especial en el campo. Tal vez una carrera de obstáculos o una fiesta de baile en la que todos puedan participar y conocernos mejor."

La idea emocionó tanto a Bruno como a Clara.

"¡Sí! ¡Eso les mostrará a todos que no tenemos malas intenciones!" - exclamó Clara, moviendo sus alas.

"Pero, ¿cómo convenceremos a los demás?" - preguntó Bruno.

Decididos, Clara y los bueyes comenzaron a trabajar en su plan. Clara corrió hacia el corral y habló con sus amigas gallinas para contarles sobre la idea, mientras los bueyes se encargaban de preparar el campo con obstáculos y decoraciones.

El día del evento llegó. Todos los animales del campo estaban invitados. Clara, nerviosa pero emocionada, se encargó de dar la bienvenida a todos.

"¡Bienvenidos a la gran fiesta de Bruno! Aquí hay alegría, juegos y... ¡No hay peligro!" - dijo Clara a todos los que llegaban.

"Vamos a divertirnos juntos. Los bueyes han trabajado muy duro para que esto suceda."

Al principio, algunos animales se mostraban reacios a acercarse a Bruno y sus amigos. Pero a medida que la fiesta avanzaba, los bueyes comenzaron a participar en los juegos y las gallinas se animaron a unirse. Pronto, las carcajadas y la música llenaron el aire.

"¡Miren! ¡No son tan malos después de todo!" - exclamó una gallina mientras bailaba con Bruno.

"¡Sí! ¡Son grandes y fuertes, pero también son amables!" - aplaudía otra gallina.

Con cada sonrisa y cada juego, el miedo se desvanecía. Al final del día, todos estaban agotados pero felices. Los bueyes, que habían sido temidos, ahora eran parte de la comunidad del campo.

"Gracias, Clara. No hubiéramos podido hacerlo sin tu valentía y tu gran corazón" - dijo Bruno, con lágrimas de alegría.

"Juntos podemos superar cualquier miedo" - respondió Clara, sonriendo.

Desde aquel día, bueyes y gallinas vivieron juntos en armonía, compartiendo risas, historias y muchas aventuras. Aprendieron que no importa la apariencia, lo que realmente cuenta es el corazón y la disposición a hacer amigos.

Así, el campo se llenó de alegría y amistad. No solo los bueyes y las gallinas se hicieron amigos, sino que otros animales también se unieron a ellos, formando una gran familia donde la diversidad brillaba en cada rincón.

"¡Bienvenida a todos! Aquí siempre habrá un lugar para cada uno" - gritaba Clara cada vez que alguien nuevo se unía al grupo.

Y así se forjó una verdadera comunidad en la que nadie tenía que temer a los demás, donde la amistad era más fuerte que cualquier miedo.

FIN.

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