Los Caballeros y el Dragón Víctortilla



Era un hermoso día en el reino de Cuentilandia. El sol brillaba en el cielo y los pájaros cantaban alegres melodías. Pero en el castillo, el rey estaba preocupado. Su hija, la princesa Claudia, y su amiga Lucía habían sido capturadas por un dragón malvado llamado Víctortilla.

En la plaza del pueblo, se encontraban dos valientes caballeros: Mario y Aarón. Ambos eran conocidos por sus habilidades mágicas y su bondad. Mario podía controlar el agua, mientras que Aarón podía crear escudos mágicos invisibles.

"¿Viste lo que está pasando, Aarón? Debemos hacer algo para salvar a las princesas!" - dijo Mario, con determinación.

"¡Sí! No podemos dejar que Víctortilla se salga con la suya!" - respondió Aarón, apretando su espada.

Ambos caballeros se pusieron en marcha hacia la montaña donde vivía el dragón. Por el camino, se encontraron con un viejo sabio que les advirtió:

"Chicos, el dragón no es un enemigo común. Tiene un corazón oscuro, pero también una pequeña chispa de bondad. Si quieren salvar a las princesas, deberán encontrar esa chispa."

Mario y Aarón intercambiaron miradas. Era una misión más complicada de lo que habían imaginado.

Al llegar a la cueva de Víctortilla, el dragón los miró con sus grandes ojos amarillos.

"¿Qué hacen aquí, pequeños insectos? He capturado a las princesas para siempre!" - rugió con su voz temblorosa.

"¡No te dejaremos! ¡Libéralas, Víctortilla!" - gritó Mario, con valentía.

"¿Y por qué debería?" - inquirió el dragón, cruzándose de brazos.

Aarón, pensando rápidamente, decidió usar su magia.

"Te retamos a un desafío, Víctortilla. Si perdemos, nos llevaremos a las princesas y nunca volveremos. Pero si ganas, podrás quedarte con ellas por siempre. ¿Qué dices?"

El dragón, sorprendido ante tanto valor, aceptó la propuesta. La prueba consistiría en una carrera de obstáculos.

Mientras corrían por el camino lleno de trampas, los caballeros se dieron cuenta de que necesitaban trabajar en equipo.

"Mario, usa tu poder para crear un chorro de agua que aleje esas espinas afiladas!" - sugirió Aarón, salteando un obstáculo.

"¡Buena idea! ¡Aguanta, voy!" - respondió Mario, y con un movimiento de su mano, una corriente de agua limpió el camino.

Pero Víctortilla no se rendiría tan fácilmente y lanzó un fuego a su alrededor.

"¡Ahora! Aarón, ¡crea el escudo!" - le gritó Mario.

Aarón levantó su mano y un escudo brillante protegió a ambos caballeros del intenso calor de las llamas.

Finalmente, llegaron a la meta.

"¡Hemos ganado!" - exclamaron, jadeando.

"Pero, ¿por qué? ” - preguntó Víctortilla, visiblemente impactado.

Aarón se adelantó.

"Porque no sólo somos valientes, sino que también somos amigos. Siempre nos ayudamos entre nosotros. ¿No te gustaría sentir eso también?"

El dragón se quedó en silencio, su mirada oscurecida empezó a iluminarse.

"Siempre he estado solo..." - murmuró Víctortilla, bajando la cabeza.

"¡No tiene que ser así! ¡Puedes cambiar!" - animó Mario.

Entonces, tras un largo silencio, Víctortilla decidió liberar a las princesas.

"Está bien, quiero ser amigo. Claudia y Lucía, pueden irse. Pero ustedes vienen conmigo a la montaña!"

Los caballeros sonrieron y, con las princesas a su lado, le prometieron al dragón que volverían a visitarlo.

De regreso al castillo, todos celebraron su valentía y amistad, incluyendo a Víctortilla.

Y así, en el reino de Cuentilandia, aprendieron que incluso los corazones más oscuros pueden encontrar la luz con un poco de amor y amistad.

FIN.

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