Los Caballos del Amor



Una vez, en el año 1953, vivían en el campo dos seres especiales: Cristina y Juan. Cristina era una joven con un corazón tan grande como la llanura que la rodeaba. Juan, un amante de los caballos, pasaba sus días cuidando de ellos y soñando con aventuras.

Un radiante día de primavera, mientras Cristina preparaba fideos con salsa en la cocina de su casa de campo, Juan llegó sonriente y con un brillo especial en sus ojos.

"Cristina, ¡hoy es un gran día! He encontrado un caballo que es un campeón, y quiero que lo veas", dijo Juan entusiasmado.

Cristina, dejando de lado la cocina, lo miró curiosa. Le encantaban los caballos, pero también disfrutaba de su hogar y de las cosas simples.

"¿Es de verdad tan especial?", le preguntó.

"¡Sí! Te prometo que te va a encantar. Vamos!", respondió Juan, tomando su mano y llevándola hacia el campo.

Cuando llegaron al establo, Cristina quedó deslumbrada por la belleza del caballo, que se llamaba Estrella. Era un animal de pelaje brillante, con una energía contagiosa. Juan la animó a acercarse.

"No le temas. Ella te sentirá y seguro se hará amiga tuya", sugirió Juan.

Cristina, con un poco de miedo, extendió la mano. Estrella se acercó y, con un suave meneo, le tocó la palma. Fue amor a primera vista. Desde ese día, las tardes de Cristina y Juan comenzaron a llenarse de paseos a caballo, risas y juegos en el campo.

Un día, mientras montaban a Estrella, Juan propuso un juego.

"¿Qué te parece si organizamos una carrera para nuestros hijos?", sugirió.

"¡Es una gran idea! Pero necesitaremos un lugar y premios para los ganadores", respondió Cristina con entusiasmo.

Con el paso de los días, la noticia de la carrera se extendió por toda la aldea. Los niños del campo comenzaron a hablar de ella. La emoción creció.

Decidieron establecer el gran día en un claro del bosque, donde los árboles se inclinaban para escuchar las risas. Al amanecer del día de la carrera, los niños se reunieron con sus caballos. Ellos, con sus padres, también llegaban al claro, llevando con ellos deliciosos fideos con salsa.

"Si traen un plato especial, les prometo que al final de la carrera habrá una gran fiesta", les dijo Juan a los niños.

La carrera fue toda una aventura. Los caballos galopaban, los niños gritaban y el sol brillaba en el cielo. Pero, en medio de toda la alegría, ocurrió algo inesperado. Estrella, el caballo de Juan y Cristina, empezó a correr con más fuerza.

"¡Juan, controla a Estrella!", gritó Cristina con un poco de preocupación.

Pero, Estrella parecía querer jugar y correr más allá de la meta. ¡Fue entonces cuando se dio cuenta de que había un pequeño arroyo adelante! Todos se detuvieron en seco, conteniendo la respiración.

Antes de que alguien pudiera actuar, Cristina se lanzó y, con gran valentía, alcanzó a Estrella, calmándola y ayudándola a detenerse justo a tiempo.

"¡Lo logramos! Estrella sólo quería demostrar lo que podía hacer", dijo Juan orgulloso.

Los niños, animados por lo que habían presenciado, se unieron para aplaudir a Cristina.

"¡Eres una heroína, Cristina!", dijeron.

Al final de la carrera, todos se reunieron para disfrutar de los fideos con salsa. Rieron, compartieron historias y celebraron la valentía de Cristina. Desde aquel día, ella se convirtió en un símbolo de valentía y amor en la comunidad.

Los años pasaron, pero la conexión de amor entre Cristina, Juan, sus hijos y Estrella nunca se apagó. Cada vez que miraban al cielo y veían las nubes, recordaban que, así como Estrella volaba libre, también lo hacían el amor y la amistad. Y cada primavera, al llegar el momento de preparar fideos con salsa, una sonrisa iluminaba el rostro de todos, recordando ese día mágico de 1953, donde una carrera se transformó en una gran aventura llena de amor, amistad y valentía.

FIN.

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