Los Cabritos y el Gran Cambio



En un bosque frondoso, vivían siete cabritos traviesos y su mamá cabra. Los cabritos eran muy curiosos y disfrutaban jugando en el claro frente a su hogar. Sin embargo, había un lobo astuto que siempre estaba al acecho. Un día, la mamá cabra decidió contarles a sus hijos sobre la importancia de ser cautelosos.

"¡Escuchen, mis pequeños!" - dijo la mamá cabra "Debemos estar siempre atentos a los peligros, especialmente al lobo. No abran la puerta a ningún extraño."

Un día, mientras la mamá cabra salió a hacer compras al mercado, el lobo decidió intentar engañar a los cabritos. Se acercó con una suave voz.

"¡Hola, pequeños!" - llamó el lobo, disfrazado de un dulce vendedor de huevos "Vengo a traerles unos riquísimos huevos frescos. ¿No quieren probarlos?"

Los cabritos, desconfiados, miraron por la rendija de la puerta.

"No, señor lobo. Sabemos que no eres de fiar. ¡No abriremos!" - respondieron al unísono.

El lobo, frustrado, decidió usar otro truco. Fue al mercado y se encontró con un cazador que vendía harina.

"¿Podrías darme un poco de harina?" - le pidió el lobo con una sonrisa engañosa "Necesito hacer unas galletitas para los cabritos."

El cazador, algo incrédulo, le respondió:

"¿Y por qué deberíamos creerte? Eres un lobo, y todos sabemos lo que tramás."

Pero el lobo no se rindió. Tomó la harina y se disfrazó de una amable abuela cabra y caminó hacia la casa de los cabritos.

"Hola, mis queridos! Soy yo, su abuela," - dijo el lobo con voz temblorosa "He traído unos deliciosos huevos y galletitas para ustedes. Abran la puerta."

Los cabritos, aún sospechando, decidieron preguntar.

"¿Cómo sabemos que eres nuestra abuela?" - preguntó el mayor.

El lobo comenzó a dar respuestas, pero los cabritos estaban demasiado astutos para dejarse engañar.

"¿Qué tenía nuestra mamá cabra en su cabello?" - salió uno de los más pequeños.

El lobo, sin saber qué responder, se quedó en silencio y entonces los cabritos acordaron mantenerse unidos. Decidieron llamar a su mamá para que viniera y ayudara. Cuando la mamá cabra recibió la llamada, se preocupó y regresó de inmediato.

Al llegar, vio al lobo afuera y, con una voz fuerte y decidida, dijo:

"¡Fuera de aquí, lobo! No tienes nada que hacer con mis cabritos."

"Pero soy la abuela, vengo en son de paz," - trató de convencer el lobo.

"No creo en tus palabras, y mis cabritos lo saben mejor. ¡Vamos, pequeños! Juntos somos más fuertes."

El lobo, viendo que la mamá cabra y sus cabritos estaban listos para enfrentarlo, decidió huir.

Sin embargo, poco tiempo después, el lobo regresó al mercado. Esta vez, se acercó al cazador y le dijo:

"He cambiado mis maneras, he estado reflexionando. ¿Puedo comprar esos huevos y la harina para hacer algo rico?"

El cazador, sorprendido, respondió:

"¿Por qué debería confiar en ti? Has intentado engañar a los cabritos."

"Sé que lo hice, pero quiero demostrar que puedo ser bueno y amigable. Voy a hacer una fiesta y, si les gusta mi comida, tal vez podamos ser amigos."

El cazador, intrigado, decidió darle una oportunidad al lobo.

"Está bien, pero solo si estás dispuesto a ayudar y mostrarte amable en el camino."

Así, el lobo se puso a trabajar y cocinó una gran cantidad de galletas y una tortilla de huevos, invitando a la mamá cabra y a sus siete cabritos.

La fiesta fue un éxito y todos disfrutaron de la comida.

"¡Están deliciosas!" - exclamaron los cabritos con la boca llena.

La mamá cabra, viendo que el lobo se estaba esforzando, se acercó y le dijo:

"Quizás podamos empezar de nuevo, lobo. Pero recordarás, siempre hay que ser honesto y trabajar juntos."

El lobo, con lágrimas en los ojos, respondió:

"Lo prometo. He aprendido que la amistad es más valiosa que los engaños."

Desde ese día, el lobo dejó de ser un peligro y se convirtió en un amigo de los cabritos, siempre dispuesto a ayudar y jugar con ellos en el bosque. Y así, aprendieron que las segundas oportunidades pueden cambiar vidas.

FIN.

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