Los Caracoles Aventureros



Era un día soleado, y la clase de 4 años del colegio Compromiso de Caspe disfrutaba del recreo. Los niños corrían y reían cuando, de repente, Sofía gritó:

- ¡Miren, hay caracoles!

Todos se acercaron curiosos y se encontraron con una familia de caracoles que paseaba lentamente sobre el césped. Era un espectáculo maravilloso ver a esos pequeños viajeros con sus conchas brillantes.

- Vamos a cuidarlos - sugirió Mateo, mientras pensaba en lo que harían con ellos.

- ¡Sí! -respondieron todos al mismo tiempo, emocionados.

Con mucho cuidado, los niños recogieron a los caracoles y los pusieron en una caja con hojas de lechuga. Constantemente se aseguraban de que tuvieran suficiente comida.

- ¿Qué haremos con ellos durante el invierno? - preguntó Ana, preocupada.

- Podríamos llevarlos a casa y cuidarlos - propuso Lucas.

Después de un importante debate, decidieron que cada semana uno de ellos se encargaría de los caracoles y su cuidado.

Los días pasaron, y cada niño tenía la oportunidad de disfrutar con sus nuevas mascotas. Cada sábado, se reunían para aprender sobre los caracoles y contar historias. Un día, mientras estaban todos reunidos, Sofía dijo:

- ¿Sabían que los caracoles pueden dormir durante meses si hace frío?

El resto la miró asombrado.

- ¡Guau! Eso sí que es dormir mucho - rió Mateo.

El invierno llegó, y con él, el frío y la nieve. A pesar de que los caracoles parecían dormidos, los niños no perdieron el entusiasmo. Se dedicaron a construir un terrario en el aula, donde los caracoles estarían cómodos y seguros.

- ¡Vamos a hacer un hogar para ellos! - exclamó Lucas con una sonrisa.

Pusieron tierra, hojas secas y piedras, creando un lugar perfecto. Aprendieron que debían mantener la humedad adecuada y que los caracoles realmente apreciaban un ambiente limpio.

Un día, mientras cuidaban de ellos, encontraron algo sorprendente.

- ¡Miren! - gritó Ana emocionada. - ¡Uno de los caracoles está saliendo de su caparazón!

Los niños la miraron con curiosidad, y pronto todos comprendieron que habían sido testigos de un momento mágico. El caracol, al que nombraron —"Rocco" , estaba despertando después de un largo sueño.

- ¡Es como si nos estuviera diciendo 'Hola'! - rió Mateo.

Los niños decidieron hacer una fiesta de bienvenida para Rocco y los otros caracoles. Decoraron el aula con dibujos de caracoles y prepararon una deliciosa ensalada de lechuga.

- ¡Feliz despertar, caracoles! - gritaron al unísono cuando los caracoles salieron a caminar por el nuevo hogar.

A medida que pasaban los días, los niños se dieron cuenta de algo importante.

- ¡Kari! - llamó Sofía un día. - Nuestros caracoles nos enseñan sobre la paciencia.

- Sí, porque ellos se mueven muy despacio. - añadió Lucas.

Los niños comenzaron a entender que no todo en la vida tiene que ser rápido. Se dieron cuenta de que a veces, es mejor tomarse su tiempo y disfrutar del momento.

Al final del invierno, cuando el sol volvió a brillar y la primavera llegó, los caracoles estaban listos para regresar al jardín.

- ¡Es hora de liberar a nuestros amigos! - dijo Mateo con un brillo en los ojos.

Los niños se reunieron con sus caracoles y los llevaron de vuelta a su hogar. Con el corazón lleno de cariño, cada uno de ellos dejó ir a su caracol.

- Gracias por enseñarnos tantas cosas - susurró Sofía a su caracol, despidiéndose.

Finalmente, mientras observaban a los caracoles desaparecer en la hierba, todos comprendieron que cuidar de quienes queremos es una gran responsabilidad, que aprender a ser pacientes y respetar a los seres vivos es una aventura increíble.

- ¡Hasta luego, caracoles! - gritaron todos juntos.

Y así, la clase de 4 años regresó al aula, cargada de recuerdos, sonrisas y lecciones valiosas sobre la naturaleza, la amistad y la paciencia.

FIN.

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