Los Carnavales de Luz Divina
En un pequeño pueblo llamado Luminaría, cada año se celebraban los maravillosos Carnavales de Luz Divina. Desde tiempos inmemoriales, los habitantes esperaban con ansias este festival, donde la gente vestía trajes coloridos y decoraba las calles con farolitos que iluminaban cada rincón. Pero este año, algo extraño estaba sucediendo. A medida que se acercaba la fecha del carnaval, los faroles comenzaban a apagarse, uno por uno.
Una curiosa niña llamada Lila decidió investigar. Con su mochila llena de útiles y su inseparable linterna, salió a explorar los rincones del pueblo.
"¡Hola, Señor Farolero! ¿Sabés por qué se apagan los faroles?" - preguntó Lila al anciano que cuidaba de los faroles de la plaza.
"Querida Lila, hace tiempo que todos perdimos un poco de luz en nuestros corazones. La alegría y la unión del pueblo se están apagando, pero hay algo que podemos hacer" - respondió el anciano, con voz temblorosa.
Intrigada, Lila decidió que debía reunir a los habitantes y hacer que recordaran la magia de los carnavales. Empezó a visitar a sus amigos.
"¿Qué te parece si organizamos un ensayo de nuestros bailes y canciones?" - preguntó Lila a su amigo Max, un pequeño maestro en el arte del baile.
"¡Sí! Pero, ¿y si nadie viene?" -dijo Max con un poco de miedo.
"Si invitamos a todos y nos divertimos, seguro que vendrán. Solo necesitamos un poco de luz en nuestros corazones" - le respondió Lila con una sonrisa.
Así, invitaron a todos a un ensayo en el parque. A primera vista, la plaza estaba vacía, pero poco a poco, los vecinos comenzaron a asomarse, intrigados por la alegría de Lila y Max. El entusiasmo contagió a los adultos y los niños, y juntos comenzaron a ensayar sus danzas y canciones.
Los ensayos se volvieron más frecuentes y la plaza comenzó a llenarse de colores. Pero a medida que se acercaba el carnaval, un gran problema se presentó: el portal de los faroles, que siempre se encargaba de encenderlos, había dejado de funcionar. Nadie sabía cómo arreglarlo.
"¿Qué haremos ahora?" - preguntó Sofía, la mejor amiga de Lila.
"Yo tengo una idea" - dijo ella, llena de determinación. "Si todos aportamos un poco de nuestra luz, tal vez logremos encender el portal de nuevo. ¿Qué les parece si hacemos una gran fogata el último día antes del carnaval?" -
Los niños y adultos se entusiasmaron. Cada uno llevó algo que representaba su luz: dibujaron, cantaron y prepararon comidas tradicionales que hacían en casa. La fogata fue un éxito, iluminando el oscuro cielo de Luminaría con un brillo cálido y acogedor.
Aquella noche, mientras la fogata ardía, todos compartieron historias, risas y abrazos. Cuando llegó el momento de cerrar los ojos y pedir un deseo, Lila miró al cielo y pidió que el amor y la unión del pueblo nunca se apagaran.
De repente, un destello iluminó la plaza y el portal de los faroles cobró vida. Todos miraron con asombro cómo cada farol se encendía uno a uno, llenando Luminaría de luz alegre y vibrante.
"¡Lo hicimos!" - gritó Max, saltando de felicidad.
El día del carnaval fue inolvidable. La música, las danzas y los colores llenaron el aire de alegría, y la plaza brillaba como nunca antes. Los habitantes de Luminaría se dieron cuenta de que la verdadera luz provenía de la unión, el amor y la amistad que compartían.
Desde entonces, cada año, en los Carnavales de Luz Divina, no solo se encendían los faroles, sino que también se encendía la chispa de la alegría en los corazones de todos los habitantes de Luminaría. Lila y sus amigos aprendieron que la magia de la luz nunca se apaga si se alimenta con amor y unión, y ese era el verdadero espíritu del carnaval.
FIN.