Los Cerditos y el Lobo Bueno



Había una vez, en un bosque ruidoso y colorido, un lobo que era conocido por ser muy buena onda. Su nombre era Lucho, y aunque todos creían que los lobos eran malos, Lucho había decidido ser amigo de todos los animales. Lucho vivía cerca de una pequeña aldea donde habitaban tres cerditos traviesos: Timo, Tito y Titi.

Los cerditos eran conocidos por su travesura y, aunque la mayoría de los animales evitaban al lobo, estos tres pensaron que sería divertido molestar a Lucho. Un día, decidieron hacerle una broma a su nuevo vecino.

"¿Qué tal si hacemos ruido en su casa y lo espantamos?" - sugirió Timo, riéndose mientras sus ojos brillaban de emoción.

"¡Sí! ¡Vamos a asustarlo!" - gritó Tito mientras saltaba de emoción.

"No sé, chicos... tiene pinta de ser bueno..." - comentó Titi dudando, pero no pudo resistirse a la idea de hacer travesuras.

Así que los tres cerditos se acercaron a la cueva de Lucho. Comenzaron a gritar y a hacer ruidos extraños, golpeando las ramas y riendo a carcajadas.

Pero, para sorpresa de los cerditos, Lucho no salió enfadado. En cambio, se asomó con una sonrisa, arqueando una ceja.

"¿Qué está pasando ahí afuera, amigos?" - preguntó Lucho con voz tranquila.

Los cerditos se detuvieron, un poco confundidos. No esperaban una respuesta tan amigable.

"Solo estamos... jugando, Lucho. ¡Mucho ruido, para mantenerte despierto!" - dijo Timo con un toque de nerviosismo.

Lucho se rió.

"No se preocupen, yo disfruto de los ruidos. Pero, ¿saben algo? Hacer ruido puede ser divertido, pero también puede asustar a otros animales que pueden no entender que solo están jugando. ¿No les gustaría jugar conmigo?"

Los cerditos miraron entre ellos, no se esperaban esa respuesta.

"¿Jugar?" - preguntó Tito, escéptico. "¿Cómo?"

"Podemos jugar a las escondidas, ¡les prometo que no los voy a atrapar!" - sugirió Lucho con entusiasmo.

Intrigados y sintiéndose un poco culpables por su comportamiento, los cerditos aceptaron. Así que comenzaron el gran juego de escondidas. Lucho contó hasta diez mientras los cerditos se escondían en árboles, detrás de arbustos y bajo hojas.

El bosque se llenó de risas. Pronto, los cerditos se dieron cuenta de que jugar con Lucho era mucho más divertido que asustarlo. Lucho nunca intentó atraparlos y siempre los animaba a encontrar mejores lugares para esconderse.

Después de varias rondas de juegos, Titi, que antes tenía miedo de Lucho, se acercó a él, sonriendo.

"Lucho, ¡sos buenísimo para jugar!" - exclamó.

"Y ustedes son muy divertidos. A veces, a los demás les puede parecer que soy un lobo feroz, pero simplemente quiero ser parte de la diversión. ¿Por qué no hacemos esto más seguido?" - respondió Lucho, feliz.

Desde ese día, Timo, Tito y Titi se hicieron amigos de Lucho. Jugaron juntos todos los días y dejaron de lado sus travesuras. Aprendieron que, en lugar de molestar a otros, podían hacer nuevos amigos y pasarla bien.

Un día, mientras jugaban cerca de un arroyo, vieron a otros animales del bosque mirándolos desde la distancia.

"¿Por qué no vienen a jugar con nosotros?" - gritó Tito emocionado.

Los otros animales se acercaron, poco a poco, y se unieron al juego. Lucho, con su gran corazón, recibió a todos con los brazos abiertos, demostrando que era un verdadero amigo.

Los cerditos, al ver a tantos animales felices, se sintieron orgullosos de haber hecho lo correcto. Aprendieron que molestar solo traía problemas, pero ser amigables les abría muchas puertas.

Y así, Lucho, el lobo bueno, se convirtió en el mejor amigo de los cerditos y de todos los animales del bosque, demostrando que la amistad siempre es la mejor opción, y que todos, sin importar sus apariencias, pueden ser amigos si les damos la oportunidad.

Y colorín colorado, ¡este cuento se ha acabado!

FIN.

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