Los Churros y la amistad en el parque

Había una vez un grupo de amigos llamados Los Churros, quienes siempre buscaban divertirse juntos. Un día, decidieron salir a disfrutar del sol en el patio verde de la universidad y llevaron consigo su frisbi para jugar.

Pero cuando intentaron armarlo, se dieron cuenta de que era más difícil de lo que pensaban. Todos intentaron hacerlo funcionar pero sin éxito alguno. "No entiendo por qué no podemos armar este frisbi", dijo Ana con frustración.

"Es muy complicado", respondió Pedro mientras intentaba colocar las piezas. "Creo que nos falta algo", mencionó Juan mirando las instrucciones. Fue entonces cuando apareció Marcela, una niña pequeña que estaba jugando cerca de ellos.

Ella observó cómo trataban de armar el frisbi sin éxito y decidió acercarse para ayudarles. "¿Necesitan ayuda?", preguntó Marcela sonriendo. "Sí, por favor", respondió Sofía agradecida. "¡Genial! Yo también tengo uno igual y sé cómo armarlo", exclamó Marcela emocionada.

Marcela les explicó detalladamente cómo debían colocar cada pieza del frisbi y poco a poco lograron ensamblarlo correctamente. Entonces comenzaron a jugar todos juntos mientras reían y disfrutaban del día al aire libre.

Mientras tanto, un niño llamado Tomás había estado observando todo desde lejos. Él quería unirse al grupo pero no se animaba a acercarse porque pensaba que no sería bien recibido debido a su timidez.

Pero después de ver cómo los chicos se ayudaron mutuamente para armar el frisbi, decidió dar un paso adelante. "¿Puedo jugar con ustedes?", preguntó tímidamente Tomás. "¡Por supuesto!", respondió Ana sonriendo. Así, Tomás se unió al grupo y todos juntos pasaron una tarde maravillosa jugando y divirtiéndose.

Los Churros aprendieron que siempre hay algo nuevo por descubrir y que pedir ayuda no es una señal de debilidad sino todo lo contrario: es una oportunidad para aprender y crecer.

Y Tomás comprendió que no tenía nada que perder al acercarse a los demás, porque la amistad siempre está ahí esperando ser encontrada.