Los Cinco Exploradores y el Misterio de la Isla Encantada
Era un día soleado cuando cinco amigos, Sofi, Leo, Mati, Clara y Tomi, decidieron explorar un lugar desconocido que habían escuchado en la escuela: la Isla Encantada. Se decía que un antiguo tesoro estaba escondido allí, y cómo eran unos aventureros natos, no podían resistir la tentación de descubrirlo.
"Apostamos a que podemos encontrar el tesoro antes de que anochezca!" - dijo Sofi con una risa contagiosa.
"Sí, pero también tenemos que resolver los acertijos que hay en el camino" - agregó Mati, siempre analítico.
Armados con una mochila llena de provisiones y un mapa viejo que habían encontrado en la biblioteca, los cinco amigos se embarcaron en una pequeña embarcación hacia la isla.
Al llegar a la isla, se encontraron con una jungla espesa y ruidos extraños.
"No parece tan acogedora como pensaba" - dijo Leo mientras miraba a su alrededor un poco asustado.
"No te preocupes, tenemos nuestro mapa y estamos juntos" - respondió Clara, intentando tranquilizarlo.
Comenzaron a adentrarse en la selva. Después de recorrer un trecho, encontraron el primer acertijo grabado en una roca:
"En el agua nace, en la tierra se mueve, ¿qué soy yo?"
"Eso es fácil, ¡es un pez!" - exclamó Sofi con orgullo.
"No, espera, creo que se refiere a una rana" - contestó Mati, recordando lo que había visto en un documental.
"¡Exacto!" - dijo Tomi, feliz de que su amigo se acordara.
Los cinco niños gritaron al unísono: “¡Rana! ”, lo cual hizo que una puerta secreta se abriera en un árbol enorme. Atravesaron la puerta y se encontraron en un claro lleno de flores brillantes.
"Miren, hay otro acertijo" - dijo Clara, que había encontrado un pergamino en el suelo.
"Cuatro patas o dos, si me cuidas no te muevo. ¿Qué soy?"
"¡Es una silla!" - dijo Leo con la mano levantada.
"No, Leo, se refiere a una mascota" - corrigió Sofi.
"Así es, es un perro!" - se animó Mati.
"¡Claro!" - concluyó Clara, y se escuchó un chasquido en el aire que permitió abrir una nueva senda en el bosque.
Continuaron su camino, cada vez más emocionados. Sin embargo, al cruzar un pequeño puente de madera, se encontraron con un gran obstáculo: un gigantesco oso de peluche vigilaba la entrada a una cueva.
"¿Qué haremos ahora?" - preguntó Tomi, un poco preocupado.
"Tal vez si le decimos un acertijo, nos deje pasar" - sugirió Leo, y todos estuvieron de acuerdo.
"¡Hola, oso! Tenemos un acertijo para vos!" - dijo Sofi.
"¿Qué clase de acertijo?" - gruñó el oso de peluche, curioso.
"Si me cuidas no te muevo, si me usas nunca me empujas. ¿Qué soy?"
"Mmm... una almohada!" - acertó el oso.
"¡Muy bien! Pero también es una mascota" - dijo Clara, tratando de ser amable.
El oso comenzó a reír.
"¡Tienen razón! ¡Pueden pasar!" - dijo, y se hizo a un lado.
Los amigos, emocionados, cruzaron la cueva y allí encontraron un viejo cofre.
"¡El tesoro!" - gritaron todos al unísono.
"¿Qué habrá dentro?" - preguntó Mati, con una gran curiosidad.
Al abrirlo, se encontraron con una colección de libros de aventuras, mapas antiguos y un diario que hablaba de la importancia de la amistad y cómo resolver problemas en equipo.
"Esto es más valioso que cualquier tesoro, ¡son historias que podemos compartir juntos!" - dijo Tomi, sonriendo.
"Sí, y podemos aprender de cada aventura que tengamos!" - agregó Sofi.
"La verdadera aventura fue trabajar juntos y ayudarnos entre todos" - concluyó Clara.
Así, los cinco amigos regresaron a casa con el corazón lleno de historias, sabiendo que la verdadera riqueza estaba en su amistad y en las experiencias vividas juntos. Desde ese día, decidieron que cada fin de semana harían una nueva aventura, explorando nuevos lugares y resolviendo desafíos, sin importar cuán difíciles parezcan.
La Isla Encantada siempre guardaría su secreto, pero los recuerdos y las lecciones aprendidas durarían para siempre.
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FIN.