Los Cinco Sentidos de Aarón
Era un día soleado en la escuela primaria de Villa Esperanza. Aarón, un niño de 11 años de pelo castaño y una sonrisa encantadora, caminaba por los pasillos con un cuaderno en la mano, listo para un nuevo día de aprendizajes y amigos. Sin embargo, Aarón sentía que había algo diferente en el ambiente. No entendía del todo pero sabía que algo había que cambiar.
Aarón siempre había sido un chico tranquilo, pero en el tercer trimestre sus compañeros se habían distanciado un poco de él. Estaba decidido a recuperar sus amistades y se le ocurrió una idea brillante: utilizar sus cinco sentidos para conectarse con los demás.
Durante el receso, Aarón vio a sus amigos sentados en un grupo, charlando animadamente. Acercándose con entusiasmo, empezó por usar su sentido de la vista:
"¡Hola chicos! Veo que están jugando al fútbol. ¿Puedo unirme?"
"Claro, Aarón. Ven, elige un equipo", respondió Lucas, dándole la bienvenida.
Jugar al fútbol le hizo sentir la adrenalina correr por su cuerpo y le permitió escuchar las risas y los gritos de alegría de sus amigos. Pero Aarón sabía que necesitaba hacer más para fortalecer sus vínculos.
Al siguiente día, decidió hechar mano de su sentido del tacto. Trajo unas tiritas de colores y le propuso a sus amigos:
"Hagamos una pulsera de la amistad. Cada uno de nosotros puede elegir un color que lo represente. Después, nos la intercambiamos. Así siempre nos recordaremos unos a otros".
"¡Me encanta!", exclamó Ana, una amiga muy creativa.
Así, entre risas y manos ocupadas, Aarón observó cómo su grupo se unía de nuevo, compartiendo risas y anécdotas mientras sus dedos se enredaban con los hilos.
Al pasar los días, el sentido del olfato se convirtió en la siguiente herramienta de Aarón. Un día, trajo a la escuela unas galletitas de avena que su mamá había preparado para compartir. Se acercó a su grupo sin dudar:
"¿Quieren probar estas galletitas? Huelen riquísimo y son muy saludables".
"¡Qué bien huelen!", dijo Sofía, mientras olfateaba la galletita con una sonrisa.
La deliciosa fragancia de las galletitas hizo que todos se acercaran. No solo disfrutaron de lo rico, sino que empezaron a contar historias sobre sus comidas favoritas. La conexión que Aarón estableció fue cada vez más fuerte.
Siguió explorando su cuarto sentido, el oído. Un viernes, cuando la profesora de música anunció que iban a realizar un pequeño recital, Aarón tuvo otra idea.
"¿Qué les parecería si formamos una banda con nuestros instrumentos? Podemos tocar una canción que todos conozcamos".
"¡Súper! ¡Me encanta tocar la guitarra!", dijo Juan emocionado.
Cada uno eligió un instrumento, inventaron una melodía y practicaron juntos en el recreo. Al oír sus risas y música, los demás alumnos se detuvieron y se acercaron a ver qué sucedía. El grupo de Aarón se hizo más grande y más divertido.
Finalmente, llegó el momento del sentido más importante: el sentido del gusto. Aarón decidió cerrar la semana con una fiesta de sabores. Les propuso organizar una "Fiesta de Comida Internacional" donde cada uno trajera un platillo de su cultura o país.
"Podemos compartir lo que más nos gusta de nuestras familias y aprender unos de otros".
"¡Me parece genial!", dijo Martina, quien era de origen italiano.
La Fiesta de Comida Internacional fue todo un éxito. Todos disfrutaron de probar los diferentes sabores: empanadas, pastas, sushi, y hasta un par de postres típicos de distintos lugares del mundo. Se reían, probaban cosas nuevas y compartían anécdotas sobre cada plato.
Pero lo que más le impresionó a Aarón fue ver cómo las diferencias culturales se convertían en una gran oportunidad para unirse más como grupo. Se dio cuenta de lo importante que era escuchar y aprender de los demás.
Al finalizar el año, Aarón se convirtió en el centro de atención no solo por ser un niño amable y divertido, sino también por ser un verdadero puente entre sus compañeros. Había logrado que los cinco sentidos lo ayudaran a conectar de maneras que jamás imaginó. La escuela, que una vez se sintió un poco lejana, ahora era su hogar.
Al final del trimestre, Aarón compartió su aprendizaje en un pequeño discurso:
"Siempre podemos encontrar formas de conectar con los demás. Aprender de nuestros sentidos y de nuestras culturas hace que seamos un equipo más fuerte. Gracias a todos por ser parte de esta hermosa experiencia".
Todos aplaudieron y celebraron el lazo que habían tejido juntos, uniendo sus corazones a través de los cinco sentidos.
Desde ese día, cada vez que Aarón veía a sus amigos, recordaba cómo el uso de sus sentidos había hecho una gran diferencia en sus vidas. Y así aprendió que siempre se puede construir la amistad si se está dispuesto a abrirse y a escuchar, a sentir, ver, tocar y saborear lo que el mundo nos ofrece.
FIN.