Los colores de Ana



Ana vivía en un pueblo rodeado de exuberante naturaleza y colores vivos.

Siempre llevaba consigo una sonrisa, pero a veces se sentía sola porque muchos niños del pueblo la miraban de manera diferente debido a su piel oscura y sus rizos rebeldes. A pesar de esto, había algo que conectaba a Ana con la alegría: su amor por los animales. Pasaba horas observando a los pájaros cantar y a los monos saltar de rama en rama.

Sin embargo, ansiaba tener amigos con quienes compartir su amor por la vida silvestre. Un día, la maestra les pidió a los alumnos que compartieran una tradición de su propia cultura.

Ana se sintió nerviosa al principio, pero luego decidió mostrarles a sus compañeros un baile tradicional afroecuatoriano. Al ritmo de los tambores y los movimientos elegantes de su cuerpo, Ana logró transmitir la pasión y la historia de su cultura. Al terminar, los rostros de sus compañeros reflejaban asombro y admiración.

La maestra les explicó la importancia de valorar y respetar las tradiciones de cada persona, ayudando a los niños a comprender que la diversidad enriquece sus vidas.

A partir de ese día, Ana no solo encontró amigos, sino que también se convirtió en una embajadora de la cultura afroecuatoriana en su escuela. Los niños admiraban su valentía y todos disfrutaban aprendiendo y compartiendo las tradiciones de cada uno.

Ana se dio cuenta de que la diferencia no era algo malo, sino que era lo que la hacía única, especial y maravillosa.

FIN.

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