Los colores de la hermandad
Era una tarde cálida en el barrio, y en la casa de los hermanos Amir y Yanis, el sol brillaba con mucha fuerza. Amir, con sus seis años, era un niño curioso y entusiasta. Yanis, su hermanito de tres años, tenía una sonrisa que iluminaba cualquier habitación. Ambos compartían una hermosa relación, aunque a veces, como todo en la vida, tenían sus pequeñas diferencias.
Un día, mientras jugaban en el patio, Amir tuvo una idea.
"¡Yanis, hoy vamos a pintar un mural gigante en la pared del fondo!".
Yanis aplaudió emocionado.
"¡Sí! ¡Colores, colores!".
Amir y Yanis corrieron a buscar pinceles y pinturas. Cuando volvió a hermano mayor, Yanis ya había empezado a pintar una gran mancha amarilla en la pared.
"¡Esperá! –dijo Amir–, primero debemos dibujar lo que queremos que sea".
"Pero quiero pintar, ¡ya!" protestó Yanis, frunciendo el ceño.
"Está bien, pero podríamos..." Amir trató de explicarle, pero Yanis no hizo caso. La mancha amarilla se expandió, y un poco de pintura salpicó la ropa de Amir.
"¡Yanis! Mirá lo que hiciste".
Amir se sintió frustrado y, en un momento de enojo, tomó el pincel y pintó sobre la mancha amarilla, haciendo un gran círculo negro.
"¡Nooo!" gritó Yanis, quedando boquiabierto.
"¡Eso está feo!".
Amir, sintiendo que la situación se salía de control, comenzó a sentirse mal. Yanis, al ver a su hermano enojado, se sintió triste y empezó a llorar.
"¡No quiero pelear!".
"¡Yo tampoco!" –dijo Amir, intentando contener sus propias lágrimas por la frustración.
Después de un breve silencio lleno de emociones, Amir se agachó y abrazó a su hermanito.
"Perdóname, no quise enojarme. Vamos a hablar sobre cómo pintar este mural juntos. ¿Te parece?". Yanis, aunque con los ojos aún llorosos, asintió entre sollozos.
"Sí, Amir... pero yo quería que fuera amarillo".
Amir tuvo una idea brillante.
"¿Y qué tal si hacemos un arcoíris?".
"¿Qué es eso?" preguntó Yanis, limpiándose las lágrimas.
"Un arcoíris tiene todos los colores. Podemos hacer naranja, azul, rojo... todos juntos. Cada uno puede pintar su parte".
Yanis sonrió, con los ojos brillando como el sol.
"¡Sí!" respondió.
Y así, cada uno tomó un pincel y comenzaron a trabajar juntos. Amir pintó el azul y el verde, mientras Yanis se dedicó al rojo y al amarillo, cuidando de no salpicar a su hermano. Las risas llenaron el aire y, al terminar, la pared se transformó en un hermoso arcoíris que desbordaba alegría.
Cuando se detuvieron a mirar su obra, Amir se dio cuenta de algo muy importante.
"Yanis, nuestra pintura no sería tan hermosa si no hubiéramos trabajado juntos, ¿verdad?".
"Sí, hermano. Sin bronca, no hubiéramos hecho el arcoíris".
"Exactamente. Las emociones pueden ser complicadas, pero también nos enseñan a ser mejores amigos y hermanos".
Los dos se abrazaron, sonriendo ante su creación. En ese momento, entendieron que gestionar sus emociones era una parte importante de su relación. Disfrutaron el resto de la tarde hablando, riendo y soñando sobre sus próximas aventuras.
Desde ese día, siempre que sentían alguna emoción intensa, se comunicaban y recordaban que juntos podían convertir todo en algo colorido y hermoso, como su mural.
Y así, Amir y Yanis aprendieron que, aunque a veces las diferencias pueden hacer que uno se sienta enojado o triste, el amor y la comprensión pueden transformar todo en una hermosa obra de arte.
FIN.