Los Colores de la Identidad
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Alegría, donde todos los niños eran muy felices y juguetones.
Cada día se reunían en la plaza del pueblo para jugar a la rayuela, a las escondidas o simplemente para charlar y reír juntos. En Alegría vivían dos hermanitos, Martina y Juanito, quienes eran inseparables. Les encantaba inventar historias, explorar el bosque cercano y soñar despiertos con aventuras increíbles.
Sin embargo, un día algo extraño comenzó a suceder en el pueblo. -¡Martina, Martina! ¿Has notado que los colores de nuestras ropas están desapareciendo? -preguntó Juanito preocupado. Martina miró su vestido azul y vio que poco a poco iba perdiendo su color brillante.
Al mirar alrededor, se dio cuenta de que todos los niños del pueblo también estaban experimentando lo mismo. Intrigados por este misterioso fenómeno, decidieron ir a ver al sabio del pueblo, Don Simón. Él era conocido por sus consejos sabios y su gran corazón.
-Don Simón, ¿por qué nuestros colores están desapareciendo? -preguntaron Martina y Juanito al unísono.
El anciano les sonrió con ternura y les dijo: "Queridos niños, lo que está ocurriendo es que la Identidad de los Niños en el Mundo está siendo amenazada". -¿Y cómo podemos salvarla? -preguntaron los hermanitos ansiosos por ayudar. Don Simón les explicó que cada niño tenía una chispa única dentro de sí misma, representada por un color especial que reflejaba quiénes eran realmente.
Pero esa chispa estaba siendo apagada por la falta de confianza en sí mismos y en los demás.
Decididos a restaurar la Identidad de los Niños en el Mundo, Martina y Juanito idearon un plan junto con sus amigos para recordarles lo especiales que eran. Organizaron juegos divertidos, talleres creativos e incluso una obra de teatro donde cada niño pudo expresarse tal como era sin miedo al juicio de otros.
Poco a poco, los colores volvieron a brillar en las ropas de los niños del pueblo. La alegría regresó a Alegría con más fuerza que nunca antes. Finalmente, Don Simón les dijo: "Gracias a ustedes, queridos Martina y Juanito, la Identidad de los Niños en el Mundo ha sido salvada.
Nunca olviden lo especiales que son y sigan compartiendo su luz con todos aquellos que encuentren en su camino".
Y así fue como Martina y Juanito aprendieron una valiosa lección: la verdadera identidad no radica en cómo nos ven los demás o en lo material; sino en aceptarnos tal como somos y dejar brillar nuestra luz interior con orgullo.
Desde ese día en adelante, cada niño del mundo recordaría siempre la importancia de ser auténtico consigo mismo y valorar la diversidad como parte fundamental de nuestra identidad colectiva.
FIN.