Los Colores de Mis Pensamientos
Había una vez una niña llamada Lila, que vivía en un mundo lleno de colores vibrantes. Desde muy pequeña, Lila había descubierto que cada uno de sus pensamientos se transformaba en un color diferente: la tristeza era azul, la alegría era amarilla, y el amor era un hermoso tono de rosa.
Un día, al llegar a la escuela, Lila notó la llegada de un nuevo compañero. Se trataba de un niño llamado Tomás, que no podía ver. Lila, intrigada y emocionada por conocer a Tomás, se acercó a él.
"Hola, soy Lila. ¿Te gustaría jugar conmigo?" - le preguntó, sonriendo.
Tomás sonrió de vuelta, aunque no podía ver a Lila, podía sentir su energía.
"¡Hola, Lila! Me encantaría jugar. ¿Cuál es tu juego favorito?" - respondió Tomás.
Lila frunció el ceño mientras reflexionaba. Ella tenía tanto que compartir sobre sus colores y pensamientos, pero no sabía cómo explicarle a Tomás lo que significaban. Aun así, decidió seguir conversando.
"Me encanta jugar a pintar. Pero... ¿cómo le explico a Tomás qué es pintar?" - pensó Lila un poco preocupada.
Después de un rato, Lila tuvo una idea brillante.
"¡Ya sé! ¡Vamos a crear un juego donde usemos nuestras sensaciones!" - le propuso a Tomás.
"¿Sensaciones? Suena interesante. ¿Cómo se juega?" - preguntó Tomás emocionado.
"Te voy a contar sobre los colores a través de lo que siento. ¿Listo? Empecemos con el rojo. Cuando pienso en el rojo, siento calor, como un abrazo apretado. ¿Qué sientes tú cuando piensas en algo que te gusta mucho?" - dijo Lila.
Tomás se quedó pensando unos momentos.
"Cuando pienso en algo que me gusta, siento como si estuviera flotando en el aire, todo liviano..." - respondió.
"Eso es precioso! Así que el rojo para mí representa el amor, puede que para vos sea algo liviano. Ahora, ¿qué tal si intentas tocar esta tela roja que traje para vos?" - le dijo Lila, mientras le pasaba una pequeña tela de color rojo.
Tomás la tocó y dijo:
"¡Es suave! Siento que me abraza. ¡Me gusta el rojo!"
Con cada color, Lila y Tomás compartieron sensaciones. Lila describió el azul como lo que siente cuando escucha la lluvia, y el amarillo como el calor del sol sobre su cara.
"Me encantaría sentir cómo es el amarillo..." - dijo Tomás.
"¡Perfecto! Voy a llevarte afuera al patio, ahí hay mucho sol. Ahora cierra los ojos y siente cómo te acaricia." - sugirió Lila entusiasmada.
Tomás cerró los ojos y, al sentir el sol en su piel, exclamó:
"¡Es como si el sol me abrazara! ¿Ahora puedo decir que el amarillo es un abrazo cálido?" - preguntó con un brillo en su voz.
Lila asintió emocionada. El día pasó volando entre risas y juegos, explorando cada color a través de sensaciones. Con cada descripción, Tomás empezaba a formar su propio mundo de colores en su mente a partir del tacto y las palabras de Lila.
Al final del día, Tomás sonrió, pleno de nuevas sensaciones:
"Gracias, Lila. Nunca pensé que hablar de colores podía ser tan divertido. Creo que tengo un nuevo juego para jugar en mi mente... uno con todos los colores que me ayudaste a sentir. ¿Podemos hacerlo de nuevo mañana?" - preguntó Tomás entusiasmado.
"¡Claro que sí, amigo! ¡Casi no puedo esperar para compartir más colores contigo!" - afirmó Lila, llena de alegría.
Así, Lila y Tomás se hicieron grandes amigos. Aprendieron que aunque sus mundos eran diferentes, podían crear uno nuevo lleno de colores que nunca antes habían imaginado. Al final, Lila enseñó a Tomás sobre los colores, y a su vez, Tomás le enseñó a ella sobre la belleza de las sensaciones. Juntos, transformaron una conversación sobre colores en una hermosa mezcla de emociones, donde todos podían participar, sin importar si podían ver o no.
FIN.