Los colores de Peya
Había una vez una gatita llamada Peya que vivía junto a sus dueños, Cristina y Gonzalo. Peya era muy especial, ya que cada vez que comía algo diferente, su pelaje cambiaba de color.
Si comía zanahorias, su pelo se volvía naranja brillante; si comía espinacas, se ponía verde como un prado; y si comía frutillas, su pelaje adquiría un tono rosado. Un día, Cristina y Gonzalo decidieron llevar a Peya al veterinario para asegurarse de que estaba sana.
El doctor les explicó que la comida era la responsable del cambio de color en el pelaje de Peya. Les recomendó darle una alimentación equilibrada y adecuada para gatos.
Entonces, Cristina y Gonzalo buscaron por todas partes hasta encontrar una marca de comida especialmente diseñada para gatos con colores cambiantes. Compraron un paquete y lo probaron con mucha ilusión.
Cuando Peya probó esa nueva comida rica para gatos, algo increíble sucedió: ¡su pelaje comenzó a brillar con todos los colores del arcoíris! Estaba tan contenta que empezó a hacer mimitos a sus dueños Cristina y Gonzalo. "¡Miau! ¡Miau!", decía Peya mientras frotaba su cabeza contra las piernas de Cristina.
"¡Oh! ¡Peya está muy feliz con su nueva comida!", exclamó Gonzalo acariciándola detrás de las orejas. Desde ese día, la vida de Peya cambió por completo. Ahora tenía muchísima energía gracias a la buena alimentación que recibía.
Jugaba al escondite con Cristina y Gonzalo, quienes se divertían mucho buscándola por toda la casa. Un día, mientras jugaban al escondite, Peya decidió probar una estrategia diferente.
En lugar de esconderse en el armario como siempre hacía, decidió subirse a un estante alto donde nadie la había visto antes. "¡Mmm! Creo que esta vez me van a encontrar muy rápido", pensaba Peya mientras se lamía las patitas. Cristina y Gonzalo comenzaron a buscarla por todos lados.
Revisaron debajo de los muebles, detrás de las cortinas e incluso en el baño. Pero no lograban encontrar a Peya. "¿Dónde estará?", se preguntaba Cristina rascándose la cabeza. "Quizás está en el jardín", sugirió Gonzalo algo desconcertado.
Cuando salieron al jardín, vieron un destello de colores brillantes entre las flores del patio trasero. Era Peya, camuflada entre todas las plantas gracias a su pelaje multicolor. "¡Peya! ¡Te encontramos!", exclamó Cristina emocionada.
Peya saltó hacia ellos con alegría y les hizo mimitos para celebrar haber ganado ese juego tan divertido. A partir de ese día, jugaron al escondite muchas veces más y cada vez era más difícil encontrar a Peya debido a su habilidad para mezclarse con los colores del entorno.
Aprendieron que aunque pareciera pequeña e indefensa, ella tenía sorpresas guardadas bajo su pelaje multicolor. La historia de Peya enseñaba una valiosa lección: todos somos únicos y especiales a nuestra manera.
A veces, solo necesitamos encontrar la comida adecuada para brillar con todo nuestro esplendor. Y así fue como Peya, Cristina y Gonzalo vivieron muchas aventuras juntos, disfrutando de su compañía y aprendiendo que la verdadera belleza está en el interior de cada uno.
FIN.