Los Colores del Arcoíris
En el pueblo de "Colorín", había tres amigos inseparables: Leo, Juana y Mateo. Vivían rodeados de montañas y de un paisaje vibrante, donde las casas eran de color pastel, los jardines estaban llenos de flores de todos los colores, y el cielo siempre era de un azul intenso.
Un día, mientras estaban jugando en el parque, Leo se encontró con un misterioso mapa.
"¡Miren lo que encontré!" - exclamó Leo, mostrando el mapa que parecía antiguo y tenía dibujos de diferentes colores.
"¿Qué será?" - preguntó Juana, llena de curiosidad.
"Parece un mapa del tesoro" - dijo Mateo emocionado. "¡Vamos a buscarlo!"
Los tres amigos decidieron seguir el mapa, que los llevó a un bosque mágico. Mientras caminaban, se encontraron con un loro multicolor.
"¡Hola, pequeños amigos!" - gritó el loro, moviendo sus alas "¿A dónde van con esa pintura en la mano?"
"No es pintura, es un mapa que encontramos. Queremos encontrar el tesoro" - explicó Juana.
"Ah, el tesoro de los colores. Cada color en el mapa tiene un mensaje especial. Pero para encontrarlo, tendrán que superar tres desafíos" - dijo el loro, y voló lejos dejando a los amigos sorprendidos.
"¿Desafíos?" - preguntó Mateo, un poco asustado.
"Sí, pero estoy seguro de que podemos hacerlo juntos" - animó Leo. "¿Listos?"
El primer desafío los llevó a una pradera llena de flores de colores. Allí debían encontrar la flor más rara y colorida.
“¡Mirá esa!" - gritó Juana, señalando una flor azul más brillante que el océano.
"¡Es increíble!" - dijo Mateo, acercándose. "Pero no podemos romperla, eso estaría mal".
"Tenés razón" - respondió Leo. "Debemos preguntar a la flor cómo podemos usar su belleza".
Se acercaron y, para su sorpresa, la flor habló: "¡Hola, amigos! Para que puedan usar mi color, deben recordar que la belleza debe ser apreciada, no poseída".
Los amigos comprendieron que el verdadero tesoro era cuidar la naturaleza.
"Lo llevaremos con nosotros" - dijo Juana, y la flor les dio una pequeña pétalo como símbolo de amistad.
Continuando, se encontraron con el segundo desafío: un río lleno de piedras de colores.
"Debemos cruzar, pero no sé cómo" - se preocupó Mateo.
"Podemos usar las piedras como un camino, si unimos fuerzas" - sugirió Leo.
"¡Sí! Formemos una cadena, uno atrás del otro" - propuso Juana, y así lo hicieron.
Mientras cruzaban, cada amigo se apoyaba en el otro, recordando que juntos eran más fuertes.
Finalmente llegaron al último desafío: un gran mural en blanco.
"¿Y ahora?" - preguntó Mateo. "No hay colores".
"Tal vez el tesoro es que debemos llenarlo nosotros mismos" - dijo Juana con una sonrisa.
Así que, con sus días llenos de aventuras y risas, comenzaron a pintar. Cada uno eligió un color que representaba su personalidad: Leo eligió el amarillo, Juana el azul, y Mateo el verde.
Al terminar, el mural fue un verdadero arcoíris que reflejaba su amistad y lo que habían aprendido: el verdadero tesoro no era el oro, sino la empatía, la colaboración y el amor por la naturaleza.
"¡Miren lo que hicimos!" - exclamó Leo. "Esto es más poderoso que cualquier tesoro".
"Así es" - añadió Mateo. "Hicimos algo hermoso juntos".
"Y nunca olvidaremos la importancia de cuidar nuestro hogar" - concluyó Juana.
El loro apareció de nuevo y aplaudió con sus alas. "¡Felicidades! Han encontrado el verdadero tesoro.
Los amigos regresaron a Colorín con el corazón lleno de alegría y nuevos colores en su vida, sabiendo que cada día se puede aprender y compartir lo que hacen feliz a los demás. Y así, el pueblo siempre resplandece con los colores del amor, la amistad y la naturaleza, gracias a sus tres valientes amigos.
FIN.