Los colores del corazón



Azul era una niña alegre y curiosa que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Desde muy pequeña, le encantaba explorar la naturaleza y descubrir los colores vibrantes que la rodeaban.

Sin embargo, algo extraño comenzó a sucederle. Un día, mientras jugaba con sus amigos en el parque, Azul se dio cuenta de que no podía distinguir algunos colores como los demás niños.

El verde se confundía con el marrón, el rojo parecía mezclarse con el naranja y el azul del cielo se volvía grisáceo para ella. Al principio, Azul pensó que había algo malo en sus ojos. Asustada, decidió contarle a su mamá lo que estaba pasando.

Su madre la llevó al médico para hacerle una revisión ocular. El doctor le explicó a Azul que ella tenía daltonismo, una condición visual en la cual los colores no se perciben correctamente.

Aunque esto hizo sentir triste a Azul al principio, su mamá le aseguró que ser daltónica no significaba ser diferente o menos especial. "Azulita, cada persona ve el mundo de manera única", dijo su mamá abrazándola tiernamente.

"Tú tienes una forma especial de ver los colores y eso te hace aún más especial". A pesar de las palabras reconfortantes de su mamá, Azul todavía sentía un poco de tristeza por no poder disfrutar plenamente de todos los hermosos colores del mundo.

Un día soleado mientras caminaba cerca del río junto a su perro Maxi, Azul vio un grupo de mariposas volando alrededor de unas flores. Aunque no podía distinguir exactamente los colores, la alegría y la belleza que sentía en su corazón era indescriptible.

"¡Maxi, mira qué bonitas son las mariposas!", exclamó Azul emocionada. Maxi ladró y saltó alegremente, como si entendiera perfectamente lo que Azul le decía. Juntos, siguieron explorando el mundo con una nueva perspectiva.

Un día, mientras estaban en el colegio, la maestra anunció un concurso de arte. Los estudiantes debían pintar un paisaje utilizando todos los colores del arcoíris. Azul se sintió desanimada porque sabía que no sería capaz de hacerlo correctamente.

Sin embargo, su amiga Sofía se acercó a ella con una idea brillante. "Azul, ¿y si utilizas tu imaginación para crear un paisaje único? Podrías utilizar tonos diferentes y jugar con las formas", sugirió Sofía entusiasmada. Azul sonrió ante la idea y comenzaron a trabajar juntas en su proyecto.

Utilizaron diferentes texturas y formas para representar las montañas, árboles y ríos. Cuando terminaron su obra maestra, era única y hermosa. El día del concurso llegó y todos quedaron asombrados cuando vieron el cuadro de Azul.

Aunque no seguía los colores tradicionales del arcoíris, transmitía una energía especial que cautivaba a todos los espectadores. La maestra felicitó a Azul por su creatividad y le otorgó un premio especial por su originalidad.

Azul se sintió orgullosa de sí misma y se dio cuenta de que ser daltónica no era un obstáculo para expresar su amor por el arte y la belleza del mundo.

Desde ese día, Azul continuó explorando el mundo con sus propios ojos, descubriendo nuevas formas de ver los colores a través de su imaginación. Aprendió que cada persona tiene una visión única del mundo y eso es lo que hace que cada uno sea especial.

Y así, Azul demostró al mundo que la verdadera belleza está en cómo vemos las cosas desde nuestro corazón.

FIN.

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