Los Colores del Sentir



En un pequeño pueblo lleno de colores brillantes y árboles frondosos, vivía una niña llamada Lía. A Lía le encantaban los días soleados, los juegos en el parque y reír con sus amigos. Sin embargo, a veces, también se sentía un poco triste, especialmente cuando llovía o cuando algún amigo no podía jugar.

Un día, mientras caminaba por el bosque, se encontró con un extraño árbol que no había visto antes. Era un árbol enorme y de tronco muy ancho, y en sus ramas colgaban unas hojas de colores vibrantes. El árbol parecía tener vida propia.

"¡Hola! Soy el Árbol de los Sentimientos. ¿Cómo estás hoy?" - le preguntó el árbol con una voz suave.

"Hola, Árbol de los Sentimientos. Estoy bien, pero a veces me siento triste" - respondió Lía.

El árbol la miró con ternura y dijo: "Es normal sentirse de muchas maneras, Lía. Las emociones son como colores. Algunos días son brillantes y otros pueden ser oscuros. Pero puedo ayudarte a entender tus emociones y a hacer que los colores brillantes sean aún más fuertes."

Intrigada, Lía le preguntó: "¿Cómo?"

"Cada vez que sientas tristeza, puedes venir aquí y hablar conmigo. Yo te enseñaré a usar esos colores para pintar tu vida más hermosa. ¿Te gustaría intentarlo?"

Lía aceptó emocionada. El árbol le mostró cómo cada emoción tenía su propio color. La tristeza era azul, la alegría, amarillo, y la rabia, rojo. "Para cada emoción, hay una manera de fortificar los colores positivos. Por ejemplo, cuando sientas tristeza, puedes recordar un momento feliz y pintarlo con el amarillo hasta que el azul se vuelva más claro," - explicó el árbol.

Con el tiempo, Lía empezó a visitar al árbol cada vez que se sentía un poco melancólica. Aprendió a hablar sobre sus emociones y a transformar las tristes en recuerdos felices. Un día, sintiéndose muy triste porque su mejor amiga había tenido que mudarse, Lía decidió visitar al árbol.

"¡Hola, Árbol de los Sentimientos! Me siento muy triste. Extraño a mi amiga," - le confesó.

El árbol sonrió y le dio un consejo "Cierra los ojos y piensa en el día que más se divirtieron juntas. ¿Qué hicieron?"

Lía pensó en aquel día en la feria, cuando habían comido algodón de azúcar y habían jugado en la rueda de la fortuna. "Nos reímos tanto y me sentí muy feliz," - dijo Lía, dejando que la alegría del recuerdo la llenara.

"Ahora, usa ese color amarillo brillante para recordar lo maravilloso que fue y cómo tu amiga siempre estará en tu corazón" - la alentó el árbol.

Con esas palabras, Lía sintió cómo el azul de su tristeza empezaba a mezclarse con el amarillo de la felicidad. Después de un rato, ella sonrió y recordó que aunque su amiga estuviera lejos, siempre tendrían esos momentos hermosos.

Así, Lía continuó visitando al árbol y compartiendo sus emociones. Aprendió a hablar de lo que sentía con su familia y amigos. Un día decidió invitar a sus amigos a hacer un día especial en el parque, donde todos compartieran sus emociones y recuerdos felices.

"Vamos a hacer una 'Fiesta de Colores del Sentir!'" - propuso Lía con entusiasmo. "Cada uno traerá un recuerdo que les haga sentir felices y juntos pintaremos nuestra alegría!"

El día de la fiesta, todos los amigos de Lía llegaron con pinturas, colores, y ilusión. Compartieron historias de alegría y también de momentos tristes, apoyándose mutuamente. Al final, juntos crearon un gran mural lleno de colores: azules, amarillos, rojos, y verdes, cada uno representando una emoción diferente.

"¡Miren nuestro mural!" - exclamó Lía. "Es como nuestras emociones, cada una es importante en nuestra vida y juntas hacen todo más hermoso!"

Desde entonces, Lía nunca olvidó la importancia de reconocer y compartir sus emociones. Entendió que aunque a veces podía sentir tristeza, también había un inmenso océano de alegría esperándola. Y todo gracias a su amigo, el Árbol de los Sentimientos, quien le enseñó a usar su paleta de emociones para crear una vida llena de colores.

De regreso a casa, mientras el sol se ponía y pintaba el cielo de naranja y rosa, Lía sonrió al saber que cada emoción era una parte de ella, y que cada color la hacía brillar aún más.

FIN.

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