Los colores mágicos de Arcoíris



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Arcoíris, donde cada día era una aventura llena de magia y color. En este lugar vivía un mago muy peculiar llamado Alík, conocido por su gran corazón y sus poderes mágicos.

Un día soleado de primavera, Alík reunió a todos los habitantes del pueblo en la plaza central.

Con una sonrisa en el rostro y brillo en los ojos, les anunció: "¡Queridos amigos! Hoy les traigo un regalo especial que llenará sus vidas de alegría y creatividad. Les entrego esta caja de colores mágicos. "Los habitantes del pueblo se miraron entre sí con asombro y emoción.

Nunca antes habían visto colores tan brillantes y vibrantes como los que emanaban de aquella caja. Cada color parecía tener vida propia, bailando y jugueteando dentro de ella. - ¡Wow! ¡Es increíble! -exclamó Martina, la niña más curiosa del pueblo.

- ¿Qué podemos hacer con estos colores, Alík? -preguntó Lucas, el panadero. Alík sonrió con complicidad y les explicó: "Estos colores mágicos tienen el poder de convertir tus pensamientos en realidad.

Solo debes imaginar algo con todo tu corazón mientras usas los colores, y verás cómo cobra vida ante tus ojos. "Los habitantes del pueblo se emocionaron aún más al escuchar las palabras del mago. Decidieron probar los colores mágicos inmediatamente para descubrir qué podían crear. Martina imaginó un jardín lleno de flores gigantes de todos los colores posibles.

Con un pincel dorado sumergido en el color amarillo brillante, comenzó a pintar en el aire. Para su sorpresa, las flores cobraron vida al instante, creciendo a su alrededor con fragancias embriagadoras.

- ¡Es hermoso! -exclamaba Martina mientras las mariposas revoloteaban alrededor de las flores. Lucas decidió probar suerte y pensó en hornear pasteles voladores para alegrar a todo el pueblo. Tomando el color rosado chispeante, dibujó formas circulares en el cielo azul.

Pronto, los pasteles comenzaron a elevarse por encima de las casas mientras dejaban caer confites sobre todos los presentes. - ¡Esto es lo mejor que he visto nunca! -reía Lucas mientras atrapaba confites con la boca.

El resto de los habitantes también experimentaron con los colores mágicos: crearon carruseles flotantes multicolores, bosques encantados llenos de criaturas fantásticas e incluso ríos que fluían hacia arriba.

Pero entonces algo inesperado sucedió: uno de los habitantes del pueblo decidió usar malévolamente los colores mágicos para sembrar caos y tristeza entre sus vecinos. Pintó nubes oscuras sobre las casas y árboles marchitos por doquier. Al ver esto, Alík supo que era momento de actuar antes de que la oscuridad se apoderara completamente del lugar.

Con determinación en sus ojos, tomó la caja de colores mágicos e invocó todo su poder para contrarrestar la negatividad creada por aquel individuo malintencionado.

- ¡Con mi luz disiparé tu sombra! -dijo Alík con voz firme mientras pintaba destellos dorados sobre las nubes oscuras. Y así fue como gracias a la bondad y sabiduría del mago Alík, el pueblo volvió a estar lleno de luz y alegría.

Los habitantes aprendieron una valiosa lección sobre la importancia de usar sus dones para hacer el bien común y proteger la magia que había sido otorgada generosamente por Alík.

FIN.

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