Los Compadres y el Bosque de Opciones
Érase una vez, en un pequeño pueblo argentino, dos compadres llamados Juan y Pedro. Juan era un hombre muy humilde que vivía en una pequeña casa de madera con su perro, Rocco. Su vida no era fácil, pero siempre encontraba maneras de ser feliz. Pedro, en cambio, tenía una gran casa y muchas comodidades, pero nunca estaba satisfecho. Siempre sentía envidia de lo que otros tenían, incluidos su propio compadre Juan.
Un día, mientras caminaban por el bosque, Juan encontró un mapa antiguo. "Mirá, Pedro, ¡he encontrado un mapa del tesoro!" -dijo emocionado"Vamos a buscarlo juntos!"
"¿Para qué?" -contestó Pedro con desdén"Ni en pedo, seguro que es un truco. Lo que hay que hacer es trabajar para tener una buena vida. ¿No ves que la gente rica nunca pierde su tiempo en esas cosas?"
"Pero, Pedro, ¡podríamos encontrar algo valioso!" -insistió Juan, la ilusión brillando en sus ojos.
Sin embargo, Pedro solo veía la posibilidad de perder el tiempo. A la mañana siguiente, Juan decidió seguir el mapa solo. Caminó durante horas, atravesando el espeso bosque y, para su sorpresa, llegó a un claro donde encontró un cofre cubierto de lianas y hojas. Con esfuerzo, logró abrirlo y dentro había algunas monedas de oro y joyas brillantes.
"¡Mirá lo que encontré!" -gritó Juan, lleno de alegría, mientras corría a casa. "Esto cambiará mi vida y podría ayudar a otros también!"
Sin embargo, cuando le contó a Pedro la noticia, su reacción fue muy distinta.
"Eso no es nada. Apuesto a que hay tesoros más grandes por ahí. ¡La gente rica tiene casas repletas de tesoros! Tu cofre solo muestra que sos pobre y no sabes ver las verdaderas riquezas de la vida."
"Pero para mí, esto es un gran descubrimiento, y quiero compartirlo contigo. ¿No te gustaría que podamos hacer algo juntos y ayudar al pueblo?"
"No, prefiero inventar mi propio tesoro. Vos sos feliz con esas moneditas y no ves más allá de lo que tenés. Yo voy a encontrar algo muchísimo mejor. ¡Te lo aseguro!"
Pedro estaba tan consumido por la envidia que no se dio cuenta de que, al hacer esto, estaba perdiendo a su mejor amigo. Juan decidió seguir adelante con su plan. Usó las monedas para comprar herramientas y ayudar a construir una nueva escuela en el pueblo.
Mientras tanto, Pedro, decidido a encontrar el tesoro perfecto, se adentró más en el bosque. Pasó días buscando, pero no encontró nada. En su angustia, se sentó bajo un árbol y comenzó a reflexionar. Recordó las enseñanzas de su abuelo, quien siempre decía que la verdadera riqueza está en compartir y ser generoso.
"¿Qué me pasa? Estoy perdiendo la amistad de Juan por buscar algo que no existe. Él encontró algo y lo usó para hacer feliz a los demás. Yo solo pensé en mí mismo." -se lamentó Pedro, sintiéndose triste y ya cansado.
Finalmente, decidió regresar y buscar a Juan. Cuando llegó a la escuela, vio a Juan rodeado de niños, jugando y riendo. El lugar estaba lleno de alegría. Pedro se acercó y, con el corazón lleno de vergüenza, le dijo:
"Juan, me equivoqué. He sido un tonto, envidiándote en lugar de alegrarme por tu hallazgo. Quería algo grande, pero no me di cuenta de que lo más grande es ayudar a los demás."
Juan sonrió, y le respondió: "No te preocupes, Pedro. Todos podemos aprender de nuestros errores. ¿Querés ayudarme a hacer más cosas por el pueblo? Podemos trabajar juntos."
A partir de ese día, los dos compadres se unieron para transformar su pueblo. Usaron el tesoro de Juan para construir funciones comunitarias, sembrar un huerto y ayudar a los ancianos del lugar. Pedro aprendió que la verdadera riqueza nunca se mide en monedas, sino en la felicidad compartida.
Desde entonces, Juan y Pedro no solo fueron compadres, sino verdaderos amigos que, con sus diferencias, lograron construir un futuro mejor para todos. Y así, el bosque que había sido el escenario de la envidia se convirtió en un lugar donde la amistad y la generosidad florecieron como nunca antes.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.