Los Concilios de Edward
En un pequeño pueblo rodeado de campos verdes y flores multicolores, vivía un joven llamado Edward. Era conocido en el vecindario como el mejor cuidador de conejitos. Cada mañana, Edward se levantaba temprano para preparar el desayuno de sus tres adorables conejitos: Box, un conejito negro lleno de energía; Juanita, una conejita gris que siempre estaba buscando lugares para explorar; y Florcita, una conejita blanca tan gentil y dulce como un rayo de sol.
"¡Buenos días, amigos!", decía Edward mientras les servía zanahorias frescas y hierba.
Box, siempre impaciente, saltaba de un lado a otro.
"¡Estoy listo para la aventura! Vamos a jugar en el jardín, Edward!"
Juanita, más curiosa que nunca, decía:
"Yo quiero descubrir nuevos lugares, quizás bajo el viejo árbol!"
Florcita, siempre más tranquila, sonreía y decía:
"Lo que importa es que estemos juntos, ¿no?"
Un día, mientras jugaban en el jardín, Edward decidió que era hora de llevar a sus conejitos a una pequeña aventura en el bosque cercano.
"¿Qué les parece si vamos a explorar? , " propuso Edward con entusiasmo.
"¡Sí!", gritaron al unísono Box y Juanita, mientras que Florcita solo sonrió.
Caminaron y jugaron por el campo, disfrutando del cálido sol y de la brisa fresca. Sin embargo, en medio de su felicidad, se dieron cuenta de que se habían alejado mucho de casa.
"Uh-oh, creo que nos perdimos", comentó Box, preocupado.
"No es tan grave", dijo Juanita, tratando de calmar a su amigo. "Solo necesitamos no panicarnos y buscar un camino de regreso".
"¡Sí! , podemos seguir el olor de las flores!" propuso Florcita, que siempre tenía una manera sencilla de ver las cosas.
Siguieron el dulce aroma de las flores y comenzaron a reconocer algunos de sus alrededores. Pero, en su camino, encontraron un pequeño arroyo que los separaba de su casa.
"No puedo saltar ese arroyo", dijo Box, un poco asustado.
"Quizás podríamos construir un puente con ramas", sugirió Juanita.
"¡Esa es una gran idea!", exclamó Florcita y juntos comenzaron a recolectar ramas.
Mientras trabajaban en su pequeño puente, Edward les enseñó sobre la importancia de la colaboración y de no rendirse.
"Recuerden siempre, amigos: si juntos hacemos lo mejor, podemos superar cualquier obstáculo", les decía.
Después de mucho esfuerzo, lograron construir un pequeño puente que les permitió cruzar el arroyo. Estaban tan felices de volver a estar juntos que empezaron a celebrar.
"¡Lo logramos!", dijo Box con una sonrisa amplia.
"Y todo gracias a que no nos rendimos", agregó Juanita.
"Y a trabajar en equipo", enfatizó Florcita alzando sus patas en señal de victoria.
Al final del día, regresaron a casa cansados pero llenos de alegría y más unidos que nunca. Aprendieron que, a través de la amistad, la creatividad, y el trabajo en equipo, podían superar cualquier desafío.
Desde ese día, cada vez que Edward, Box, Juanita y Florcita se encontraban con algún inconveniente, recordaban su gran aventura del bosque y se motivaban a seguir adelante porque, juntos, siempre podían encontrar el camino de regreso a casa. Y así, aquellos conejitos jugaron y exploraron, pero siempre con la sabia guía de su querido cuidador Edward.
FIN.