Los cordones mágicos de Nico y Lía
En un pequeño barrio, había dos amigos inseparables, Nico y Lía. Ambos tenían siete años y compartían muchas aventuras. Pero había algo que les complicaba las cosas: no sabían atarse los cordones de sus zapatillas.
Un día, mientras jugaban en el parque, Lía tropezó y se cayó porque su cordón estaba desatado.
"¡Ay! ¡Eso duele!" - exclamó, mientras se frotaba la rodilla.
"¡Oh, Lía! ¿Por qué no te los atás?" - le preguntó Nico, preocupado.
"No sé cómo hacerlo..." - contestó Lía, con un suspiro.
Nico también lo admitió con un aire de desánimo.
"Yo tampoco. Pero creo que deberíamos aprender juntos. Podríamos hacer un trato."
A Lía le brillaron los ojos.
"¿Qué trato?" - preguntó emocionada.
"Podemos practicar cada día después de la escuela. Si nos ayudamos mutuamente, seguro que lo logramos." - sugirió Nico.
"¡Es una gran idea, Nico!" - respondió Lía con entusiasmo.
Así fue como comenzaron su aventura. Cada día, se reunían en el parque con sus zapatillas y mucho ánimo. El primer día, Nico intentó mostrarle a Lía cómo se hacía.
"Mirá, tenés que hacer una pequeña crucecita con los dos cordones..." - le decía mientras movía las manos de manera torpe.
Lía lo intentó, pero los cordones se enredaron más.
"¡Ay, no puedo!" - se frustró Lía.
"Tranquila, todos los grandes han tenido que aprender alguna vez. Después de todo, eso es lo que hacen los amigos, ¿no?" - respondió Nico con una sonrisa que la animó.
El segundo día, Lía intentó ayudar a Nico. Sin embargo, él tampoco lo lograba.
"No entiendo estos cordones. ¡Son unos rebeldes!" - exclamó Nico, frustrado.
"¡No te rindas, Nico! ¿Qué tal si lo hacemos cantando una canción?" - sugirió Lía.
Ambos se rieron, pero decidieron intentarlo. Así que Lía empezó a cantar una canción pegajosa que había escuchado en la escuela:
"Enlazo, cierro, lazo, ¡ya está! Mis zapatillas listas para caminar!"
Poco a poco, mientras practicaban y cantaban, algo mágico sucedió. Cada vez que se equivocaban, se reían y seguían. Empezaron a atarse los cordones con más facilidad, y lo más sorprendente: ¡empezaron a disfrutarlo!
El tercer día, después de muchas risas, Lía se ató sus cordones sin ayuda.
"¡Mirá, Nico! ¡Lo hice!" - gritó con alegría.
"¡Sos una genia, Lía! Yo también quiero intentarlo. ¡Vamos!" - respondió Nico, entusiasmado.
Finalmente, luego de mucho esfuerzo y diversión, Nico logró atarse sus cordones.
"¡Lo logré! ¡Lo logré!" - gritó con toda su energía mientras corría por el parque, saltando de felicidad.
"Nos lo prometimos, Nico. ¡Lo lograríamos juntos!" - dijo Lía, corriendo tras de él y abrazándolo.
Al día siguiente, los dos amigos llegaron a la escuela con sus zapatillas bien atadas. Se sintieron orgullosos y felices.
"¡Gracias, Lía! No lo hubiese podido hacer sin vos!" - dijo Nico.
"¡Y yo sin vos! Hicimos un gran equipo. Y ahora podemos saltar, correr y jugar sin miedo a caer." - respondió Lía sonriendo.
Desde ese día, Nico y Lía supieron que se podían ayudar mutuamente con cualquier desafío que se presentara. La verdadera amistad es eso: estar siempre ahí para los amigos, en las buenas y en las malas.
Y así, aprendieron que aunque los cordones parecieran un desafío complicado, con un poco de esfuerzo y amistad, podían superar cualquier obstáculo.
Y, aunque nunca dejaron de usar sus cordones mágicos, sabían que su verdadero poder estaba en la amistad que los unía.
Moraleja: La amistad y el trabajo en equipo son la clave para superar cualquier desafío.
FIN.