Los Cuatro Caballos Juguetones



En un hermoso campo verde, vivían cuatro caballos muy traviesos: Pintado, Estrella, Rayito y Cascabel. Les encantaba correr libres por los prados y jugar entre ellos. Un día, mientras galopaban alegremente, escucharon risas que venían de lejos.

- ¡Miren allá! -exclamó Pintado señalando hacia una colina cercana. Los caballos se acercaron curiosos y vieron a un grupo de niños jugando y riendo alegremente. Los pequeños se divertían lanzando cometas al viento y corriendo detrás de ellas.

- ¡Qué divertido se ve eso! -dijo Estrella emocionada. - Sí, me encantaría poder jugar con ellos -susurró Rayito con envidia. Los caballos observaron durante horas cómo los niños disfrutaban en el campo. De repente, Cascabel tuvo una brillante idea.

- ¡Ya sé! ¿Por qué no les pedimos a los niños que nos enseñen a jugar como ellos? Los demás asintieron emocionados con la propuesta de Cascabel.

Sin perder tiempo, trotaron hacia donde estaban los niños y les pidieron tímidamente que les enseñaran a divertirse como ellos lo hacían. Los pequeños, sorprendidos por ver hablar a los caballos, aceptaron encantados la petición. Pronto todos estaban corriendo juntos por el campo, riendo y disfrutando del hermoso día.

Los caballos saltaban obstáculos improvisados mientras los niños aplaudían emocionados. - ¡Esto es genial! Nunca pensé que montar a caballo fuera tan divertido -exclamó uno de los niños entusiasmado. La tarde pasaba volando entre juegos y risas.

Los caballos se sentían felices de haber conocido a esos nuevos amigos que les mostraron otra forma de divertirse en el campo. Al caer la noche, los padres de los niños vinieron a buscarlos.

Agradecidos por la maravillosa tarde que habían pasado juntos, prometieron regresar al campo para seguir compartiendo momentos inolvidables con sus nuevos amigos equinos.

Desde ese día, Pintado, Estrella, Rayito y Cascabel esperaban ansiosos las visitas de los niños para volver a correr juntos por el campo y seguir divirtiéndose como nunca antes lo habían hecho. Juntos aprendieron que la amistad no tiene fronteras ni diferencias; solo necesita corazones abiertos dispuestos a compartir momentos especiales llenos de alegría y diversión en compañía de quienes más queremos.

Y así fue cómo aquel encuentro mágico entre caballos traviesos y niños curiosos dio inicio a una amistad eterna llena de aventuras por descubrir en cada rincón del hermoso campo verde donde vivían felices para siempre.

FIN.

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