Los Cuatro del Aula



En una escuela primaria de Buenos Aires, cuatro amigos, Mateo, Sofía, Julián y Valentina, compartían un aula. Sin embargo, había un gran desafío: no podían llevarse bien. Cada día, el recreo se convertía en una competición de ruidos, malentendidos y discusiones.

Un día, durante el recreo, Mateo se acercó a sus amigos con una idea:

"Che, ¿y si hacemos un juego para ver quién se lleva mejor?"

Sofía, entusiasmada, respondió:

"¡Buena idea! El que gane será el mejor compañero del aula."

Julián se cruzó de brazos y dijo,

"Pero si nunca nos llevamos bien, ¿cómo vamos a jugar?"

Valentina, siempre pensativa, sugirió:

"Quizás tengamos que encontrar algo que nos guste a todos."

Así que decidieron hacer una lista de sus actividades favoritas. Mateo amaba el fútbol; Sofía disfrutaba del arte; Julián prefería los juegos de mesa y Valentina adoraba leer cuentos. Con esta variedad, comenzaron a hacer pequeñas actividades juntos, tratando de relacionarse.

Al principio, las cosas no salieron del todo bien. Durante un partido de fútbol, Mateo y Julián discutieron sobre las reglas del juego:

"¡Es penal, no vale!" gritó Julián.

"¡No! El balón tocó el pie antes que la mano!" replicó Mateo.

Sofía se rió diciendo:

"Vamos, chicos, no es para tanto, ¡echen un poco de onda!"

Sin embargo, al final del día, a pesar de las disputas, se dieron cuenta de algo divertido:

La comedia de sus conflictos era tan entretenida que a veces olvidaban por qué se habían peleado.

Los días pasaron, y aunque no eran un grupo perfecto, empezaron a disfrutar de la compañía de los demás en sus respectivas pasiones. A Sofía le daba alegría hacer murales, mientras que Julián prefería contar historias al grupo.

"Valentina, ¿puedes ayudarnos a escribir un cuento en la pizarra?" preguntó Sofía.

"Claro, pero solo si me dejan hacer el dibujo." contestó Valentina con una sonrisa.

Así fue creando un vínculo entre ellos a través de las diferencias. Un día, decidieron organizar una feria en la escuela para compartir sus talentos. Cada uno tenía su propio stand:

"Mi stand será de fútbol, el mejor juego del mundo!" dijo Mateo.

"Y el mío será de arte, donde todos puedan pintar!" agregó Sofía.

"Yo tendré un cuento de miedo, ¡prepárense para espantarse!" comentó Julián.

"Y yo cocinaré algunos postres para ofrecerles. ¡Vamos a divertirnos!" exclamó Valentina.

La feria se volvió el evento más divertido del año. Cada uno, con sus diferencias, contribuyó a que la experiencia fuera única. Después de aquel día, los conflictos no desaparecieron por completo, pero aprendieron a manejarlos con más risas y menos peleas.

Mientras observaban cómo sus compañeros disfrutaban y se divertían, Julián exclamó:

"Quizás no seamos los mejores amigos, pero podemos ser el mejor equipo.

"Sí, y hacer cosas juntos no está tan mal después de todo!" añadió Sofía.

Valentina asintió, mientras Mateo sostenía un balón de fútbol con una gran sonrisa.

"Así que, ¿qué tal un partido después de la escuela?" propuso Mateo.

"¡Sí! Pero, ¡tendremos que hacer turnos para dirigir el juego!" dijo Julián.

Así, aprendieron que no siempre hay que llevarse bien para disfrutar de las diferencias y que la diversión puede surgir incluso de los desacuerdos.

A partir de aquel día, el aula no solo era un lugar de aprendizaje, sino también de risas, creatividad y, por sobre todo, del vínculo que habían comenzado a formar.

FIN.

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