Los Cuatro Elementos Perdidos



En un tiempo no tan lejano, en un hermoso pueblo guaraní rodeado de selvas y ríos, vivían cuatro amigos muy especiales: Agua, Aire, Tierra y Fuego. Estos elementos eran esenciales para la vida de todos los habitantes, pero un día, decidieron jugar a esconderse. Con risas y alegría, se alejaron y, al pasar el tiempo, se dieron cuenta de que estaban perdidos.

"¡Oh no! ¿Dónde estamos?" - dijo Agua, mirándose a sí mismo, convertido en un pequeño charco.

"No lo sé, pero debemos regresar a nuestro hogar," - respondió Tierra, que se sentía seca y polvorienta.

Mientras tanto, en el pueblo, los habitantes se dieron cuenta de que sus elementos fundamentales habían desaparecido. Sin agua, los cultivos se marchitaban; sin aire, la vida se volvía pesada y sin fuego, la calidez de las noches se apagaba. Los niños lloraban y los mayores susurraban preocupados.

Una niña llamada María, valiente y curiosa, decidió que tenía que ayudar a sus amigos.

"¡No podemos quedarnos de brazos cruzados! Debemos buscar a los Cuatro Elementos!" - les dijo a sus amigos mientras miraba a su alrededor.

María y sus amigos tomaron sus mochilas y salieron al selva.

Mientras caminaban por el monte, escucharon el fuerte estruendo de la lluvia.

"¡Eso es Agua!" - gritó Mario, con una sonrisa en su rostro.

"Pero, ¿dónde está?" - preguntó Lucía, preocupada.

Decidieron seguir el sonido, que parecía ser más fuerte a medida que avanzaban. Al llegar a un claro, encontraron una gran nube oscura que resbalaba entre los árboles, dejando caer gotas cargadas de energía.

"¡Agua!" - exclamó María, al reconocer la forma de su amiga entre la lluvia.

"¡María! Encontraste mi voz!" - dijo Agua.

"Necesitamos que regreses al pueblo, tú eres vital para todos nosotros!" - le recordó.

Con un repentino rayo iluminando el cielo, ellos vieron como Agua comenzaba a tomar forma y a reunirse con su familia el río.

Luego, el grupo continuó su búsqueda y empezó a escuchar un susurro suave como el viento.

"¡Aire!" - dijo Mario, emocionado.

En el rincón de un árbol, encontraron a Aire en forma de hojas que danzaban al ritmo de una suave brisa.

"¡Lo lograste! Siempre he querido ser libre y volar contigo!" - alegó Aire mientras flotaba hacia ellos.

"¡Ven, necesitamos que regreses al pueblo!" - solicitó Lucía.

Justo en medio de esa alegría, un rugido se escuchó en la distancia. Era el fuego, un fuego pequeño y juguetón que saltaba entre las ramas de un árbol.

"¿Fuego? ¿Dónde estás?" - gritó María.

"¡Aquí! ¡Sólo quería jugar un poco!" - contestó Fuego, brillando con fuerza.

"Necesitamos tu calidez. Regresa, ¡ahí afuera está muy frío!" - le dijo Mario, temblando.

Fuego, con su chispa, saltó hacia ellos y se unió al grupo.

Por último, continuaron buscando a su amiga Tierra. Todo parecía muy tranquilo hasta que escucharon un sonido único, el croar de los sapos.

"¿Qué es eso?" - preguntó Lucía.

"¡Es Tierra!" - exclamó María al darse cuenta de que la tierra sólo podía ser encontrada donde la vida florecía.

Siguiendo el sonido, encontraron un lago rodeado de vegetación. En las orillas, un sapo los miraba con sus ojos brillantes.

"¿Tú eres Tierra?" - inquirió María.

"Sí, soy yo. He estado aquí, pero no me he podido mover de este lugar, las plantas me necesitan aquí!" - explicó Tierra.

"Tú también perteneces al pueblo. Sin ti, los cultivos no pueden crecer“, dijo Lucía con preocupación.

Tierra reflexionó por un momento y comprendió la importancia de regresar.

Unidos, los cuatro amigos iniciaron el camino de regreso hacia el pueblo, guiados por los sonidos de la naturaleza que los animaban a no rendirse. A su llegada, el cielo se oscureció y una lluvia comenzó a caer. Todos los habitantes escucharon un murmullo y salió a ver que estaba sucediendo.

Aventureros, brincar y risas, y así fue que Agua, Tierra, Aire y Fuego regresaron a sus lugar. Con un gran abrazo, los amigos se unieron y comenzaron a brillar con luz y alegría.

Desde entonces, su amistad se volvió más fuerte y el pueblo guaraní jamás olvidó el valor de los cuatro elementos.

Y así María y sus amigos aprendieron que, a veces, perder algo es solo una manera de aprender su verdadero valor.

Los cuatro elementos siguieron cuidando del pueblo, recordando que juntos eran invencibles y su hogar es donde pertenecen.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!