Los Cubitos de la Aventura
Era un día normal en el barrio de tres amigos: Lío, Tati y Benja. Después de la escuela, decidieron explorar un viejo parque en desuso. Mientras corrían detrás de un enorme árbol, de repente, el suelo tembló y un brillo misterioso apareció delante de ellos. Con sólo un paso, los tres chicos fueron transportados a un mundo lleno de cubitos de colores.
"¿Dónde estamos?" preguntó Lío, asombrado por la extrañeza del lugar. Los cubitos flotaban en el aire, formando caminos y estructuras.
"No lo sé, pero parece increíble" respondió Tati, llena de curiosidad.
"No se preocupen, yo los puedo ayudar", dijo una voz profunda y amigable. Apareció un hombre con un sombrero de explorador, que los miraba con una sonrisa. "Soy Cubi, el explorador de este mundo. Sé cómo regresar a casa, pero primero debemos jugar unos juegos para activar el portal."
"¡Genial!" exclamó Benja, entusiasmado.
Cubi los guió hacia un gran cubo que se iluminaba. "Este es el juego del color. Tienen que combinar los cubitos del mismo color lo más rápido posible. Cuando terminen, les daré una pista para el próximo juego."
Los chicos se concentraron y comenzaron a empujar los cubitos. Rápidamente, los cubitos rojos, azules y verdes iban formando montones. Con risas y un poco de competencia, lograron combinar todos los colores.
"¡Lo hicimos!" gritó Tati, agotada pero feliz. Cubi aplaudió.
"¡Excelente! Ahora, la pista para el siguiente juego es… encontrar el cubito que brilla más! Recuerden, solo tienen un minuto. ¡Prepárense, y… ¡Ya!"
Los chicos corrieron en todas direcciones, buscando el misterioso cubito. Lío, observando bien, notó que un cubo pequeño detrás de un árbol brillaba intensamente. "¡Acá está!" gritó, mostrando el cubito a sus amigos.
"Perfecto, ahora sigamos con el siguiente desafío. Este es el juego del equilibrio. Tienen que colocar los cubitos en la torre más alta que puedan sin que se caiga. ¡El tiempo corre!"
Los chicos se turnaban para agregar cubitos, riendo y animándose entre ellos. De repente, una leve ráfaga de viento sopló y la torre empezó a tambalearse. "¡Cuidado!" advirtió Tati, pero ya era tarde, ¡la torre se cayó!"No se desanimen. Aprendieron a trabajar en equipo, eso es lo que importa. ¡Intentémoslo de nuevo!" sugirió Cubi.
Después de intentar varias veces, ¡finalmente lograron armar la torre sin que se cayese!"¡Lo logramos!" exclamó Benja, abrazando a sus amigos.
"Bien hecho, chicos. Están más cerca de regresar a casa. Recuerden, cada desafío es una oportunidad para aprender algo nuevo y divertido. Ahora, para el último juego, tienen que resolver un rompecabezas gigante formado por cubitos. Pero aquí hay un giro, solo pueden usar tres cubitos a la vez. ¡Vamos!"
Los chicos se concentraron, mientras las piezas del rompecabezas se movían constantemente. Con cada intento, se daban cuenta que debían pensar estratégicamente. Después de algunos intentos, lograron encajar los cubitos y el rompecabezas se completó.
"¡Lo hicimos!" gritaron al unísono, llenos de alegría.
"Felicidades, ya están listos para volver a casa. El portal se abrirá ahora. Recuerden siempre disfrutar el proceso y aprender de cada desafío que enfrenten en la vida. ¡Los esperaré por aquí si algún día quieren volver!" dijo Cubi con una sonrisa.
Con un giro brillante de colores, el portal se formó, y los chicos se miraron entre sí con una mezcla de emoción y nostalgia. Sin dudarlo, dieron el paso hacia el portal.
Volvieron en un instante, frente al viejo árbol del parque. "¿Se imaginan si esto fue real?" preguntó Tati aún con la sonrisa en el rostro.
"Sí, pero lo mejor fue que aprendimos a trabajar juntos y resolver problemas. ¡Eso es lo que haremos siempre!" respondió Lío.
"Y además, ¡tenemos una gran historia que contar!" concluyó Benja. Y así, los tres amigos se fueron riendo, listos para nuevas aventuras, sabiendo que cada desafío es la puerta a un gran aprendizaje.
FIN.