Los Cuentos de la Amistad
Era una vez, en el colorido pueblo de Colores Brillantes, cinco amigos muy distintos entre sí: Isabel Cristina Isaza, María Cristina Arboleda, Lenin Estiven, Luis Fernando y un travieso pajarito llamado Tintín. Cada uno tenía cualidades especiales, pero también algunos defectos que les traían problemas en su amistad.
Isabel era muy responsable y siempre se aseguraba de que sus tareas estuvieran bien hechas. Sin embargo, su crítica excesiva a veces hacía que sus amigos se sintieran mal.
"Siempre estás corrigiéndonos, Isabel. A veces, solo queremos divertirnos"- se quejaba María Cristina, quien, aunque era empática, solía llegar tarde a todo.
"¡Es por tu impuntualidad! Si llegas a tiempo, podemos aprovechar más el día!"- exclamó Isabel, con la mejor intención, pero las palabras más bien sonaban ásperas.
"Uhh, no es fácil ser puntual, pero sí puedo intentar mejorar"- respondió María, con un atisbo de tristeza.
Lenin era muy creativo, siempre tenía nuevas ideas para divertirse. Pero su intolerancia hacia las opiniones de los demás hacía que, en vez de crear juntos, generara discordia.
"A mí no me gusta esa idea, así que no hagamos eso"- decía, con firmeza.
"Pero Lenin, ¿no podemos cambiarla un poco y hacerla mejor?"- sugería Luis Fernando, quien siempre mostraba mucha paciencia y honestidad en sus opiniones.
Luis era un chico que sabía cómo calmar los ánimos. Era el viento fresco que todos necesitaban.
"Podemos escucharnos y encontrar un punto medio, como siempre hacemos. La amistad se trata de entendernos"- insistió Luis.
Un día, decidieron hacer una gran celebración en el pueblo para mostrar lo que habían aprendido sobre la amistad. Se llamarían 'El Festival de la Amistad'. Isabel, emocionada, tomó la responsabilidad de la planificación del evento.
"Hagamos carteles, busquemos música y alimentos... ¡será genial!"- exclamó.Isabel comenzó a hacer la lista de tareas. Pero al ver que María, por su impuntualidad, no llegaba; comenzó a criticar.
"Si no puedes llegar a tiempo, no podrás ayudarme en nada, María"- dijo Isabel, frunciendo el ceño.
"Pero un gran evento necesita tiempo para prepararse, estoy trabajando en ello"- contestó María, triste, decidiendo que no iba a volver antes.
Lenin vio la tensión y decidió hacer una propuesta creativa.
"¿Qué tal si hacemos un mural donde podamos plasmar lo que la amistad significa para cada uno de nosotros?"- sugirió.
Todos se miraron, pero Isabel, aún algo molesta, murmuró:
"Pero..." - sin poder terminar la frase.
Luis, con su voz tranquila, agregó:
"Es una gran idea, y podemos hacerlo juntos. Gracias, Lenin. Todos podemos contribuir, y quizás eso nos ayude a olvidar cualquier problema"-.
María llegó justo a tiempo para escuchar el entusiasmo del grupo. Aunque aún se sentía algo culpable, se unió a la idea. Todos empezaron a trabajar en el mural, cada uno contribuyendo con su propia visión. Así, la creatividad de Lenin, la responsabilidad de Isabel, la empatía de María, la paciencia de Luis, y las travesuras de Tintín, se unieron.
Día tras día, trabajaban juntos. A veces surgían roces, pero recordaban las palabras de Luis.
"Lo importante es la amistad, a veces una crítica constructiva puede ser muy útil si la tomamos bien"-.
Dos semanas después, el día del Festival de la Amistad llegó. El pueblo estaba lleno de alegría y colores. El mural, que representaba la unión de pensamientos e ideas de cada uno de ellos, quedó hermoso.
Durante el festival, se dio cuenta que habían crecido como amigos. Isabel había aprendido a dar espacio para la creatividad de su grupo, Lenin había comprendido lo valioso de escuchar a los demás, María llegó a ser puntual para el evento, y Luis, siempre paciente, disfrutó del festejo sin problemas.
"Este día es un reflejo de todos nosotros"- dijo Isabel, sintiéndose muy orgullosa.
"Y me alegra que hayamos sabido escucharnos"- añadió Lenin, con una gran sonrisa.
Así, entre risas, música y juegos, celebraron el poder de la amistad, aprendiendo que, aunque sean diferentes, la comprensión y el respeto son la clave para hacer de sus diferencias, una fortaleza. A partir de ese día, en el pueblo de Colores Brillantes, se contó la historia de cómo cinco amigos supieron superar sus desacuerdos y hacer del amor por la amistad, un verdadero arte.
Y colorín colorado, este cuento ha terminado.
FIN.