Los Derechos de Niko
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Sonrisas, un niño llamado Niko. Niko era un niño curioso, siempre preguntando sobre el mundo que lo rodeaba. Un día, mientras jugaba en el parque, escuchó a unos chicos mayores hablando sobre algo que no entendía muy bien.
"Los chicos no saben que tienen derechos, ¡ni idea tienen de lo que merecen!" - dijo uno de ellos, riéndose.
Niko se acercó con una gran curiosidad.
"¿Derechos? ¿Qué son esos?" - preguntó.
Los chicos se miraron entre sí y uno le respondió:
"Son cosas que todos los niños deberían tener: jugar, aprender, ser escuchados... pero muchos no saben nada de eso."
Intrigado, Niko decidió investigar más. Se fue a su casa y buscó en los libros de la biblioteca. Pasó horas leyendo sobre los derechos de los niños. Descubrió que todos los niños tienen derecho a la educación, el respeto, la protección y a expresar sus opiniones. ¡Eso era asombroso!
Al día siguiente, Niko hablando con sus amigos en el parque.
"¿Sabían que tenemos derechos?" - exclamó emocionado.
Sus amigos lo miraron confundidos.
"¿Derechos? ¿Qué querés decir?" - preguntó Lila, su mejor amiga.
"¡Derechos! Como el derecho a ser escuchados, a jugar y aprender. Cada uno de nosotros merece eso, ¡y deberíamos exigirlo!" - respondió Niko con pasión.
Lila, apoyada por los demás, dijo:
"¿Y cómo lo hacemos?"
Niko recordó algo que había leído.
"Podríamos hacer un cartel y hablar con los grandes sobre esto. Necesitamos que todos sepan lo que merecemos" - sugirió.
Así que, entusiasmados, se pusieron a trabajar. Hicieron un colorido cartel lleno de dibujos. Escribieron mensajes claros sobre sus derechos.
Al día siguiente, decidieron llevar su cartel a la plaza del pueblo.
"¡Vamos! ¡Vamos!" - animó Niko mientras sostenía el cartel.
Cuando llegaron, se dieron cuenta de que había muchas personas en la plaza. Algunos adultos estaban conversando y otros vendiendo cosas. Niko se acercó a un grupo de padres.
"¡Hola!" - comenzó Niko con una gran sonrisa. "Queremos hablar sobre los derechos de los niños. Creemos que todos los chicos del pueblo merecen ser escuchados."
Un papá que estaba allí se rió y dijo:
"¿Derechos? Pero, chicos, ya tienen casa, comida, y van a la escuela. ¿Qué más quieren?"
Lila, valiente como siempre, respondió:
"Queremos que nuestros derechos sean tomados en serio. Solo queremos que se nos escuche y se nos valore. ¡Cada niño importante!"
Las personas se empezaron a reunir alrededor de ellos, intrigadas por lo que decían. Niko vio que su mensaje estaba resonando y continuó:
"Hoy estamos aquí para recordarles que cada niño merece ser feliz y que es fundamental que nos escuchen."
Y así, poco a poco, comenzaron a escuchar. Unos padres se acercaron y comenzaron a hacer preguntas, y otros se unieron al diálogo.
"Tienen razón, deberían tener un espacio en el que sus voces sean escuchadas" - dijo una mamá, apoyando a los chicos.
"Deberíamos formar un grupo donde podamos hablar juntos sobre lo que queremos y necesitamos" - sugirió otro vecino.
Niko se sintió emocionado. Sus amigos aplaudieron y todos alrededor comenzaron a discutir cómo podrían mejorar las cosas para los niños. Decidieron organizar reuniones en el parque donde todos los chicos podrían expresar sus ideas y deseos.
Al cabo de unas semanas, el primer grupo de niños y adultos se reunió en el parque de Sonrisas. Niko estaba muy feliz viendo cómo todos se comprometían a escuchar a los niños excepto a aquel papá que se había reído al principio, pero decidió no darle más importancia.
"Estoy tan orgulloso de todos ustedes" - dijo Niko mirando a sus amigos. "Esto es solo el comienzo. Nuestras voces importan."
Los chicos se pusieron a trabajar juntos para hacer que el pueblo fuera un lugar mejor para todos los niños, donde cada uno podría expresar sus ideas y donde cada niño fuera respetado. Desde aquel día, la plaza del pueblo se convirtió en un espacio donde las voces de los niños eran escuchadas.
Y así, Niko y sus amigos aprendieron que el poder de sus derechos y voces puede cambiar su mundo, y que siempre deben luchar por lo que merecen. A partir de ese día, la palabra más poderosa de Sonrisas fue: ¡Voz!
FIN.