Los derechos de Tomás y la gran aventura



Era una vez un niño llamado Tomás que vivía en un pequeño pueblo de Argentina. Tomás era un chico curioso, siempre preguntándose cosas sobre el mundo que lo rodeaba. Un día, mientras jugaba en el parque, se encontró con su amiga Ana, una chica un poco mayor que él.

"Hola, Ana! ¿Sabías que existen derechos para los niños y adolescentes?" - le preguntó Tomás emocionado.

"Sí, lo he escuchado. Pero, ¿qué son exactamente esos derechos?" - contestó Ana, fascinada.

"Son como reglas que tienen que seguir los adultos para que los niños y adolescentes podamos vivir felices y seguros" - explicó Tomás.

Ana, intrigada, le pidió a Tomás que le contara más. Él le explicó que los derechos humanos de la niñez y adolescencia son los principios que protegen el bienestar y la dignidad de los menores.

"Por ejemplo, tenemos el derecho a ser escuchados, a la educación, a la salud y a la protección contra el abuso. ¡Esos son algunos de los derechos!" - afirmó entusiasta.

Ana, que estaba aprendiendo sobre estos temas en la escuela, decidió que quería ayudar a otros niños a conocer sus derechos.

"¡Podríamos hacer un cartel y compartirlo en el parque!" - sugirió Ana.

Tomás estuvo de acuerdo y ambos se pusieron a trabajar. Mientras dibujaban su cartel, comenzaron a hablar sobre la diferencia entre niñez y adolescencia.

"La niñez es el tiempo cuando somos pequeños, y la adolescencia es cuando empezamos a crecer y cambiamos un poco. ¡Es como una aventura!" - explicó Tomás.

"¡Sí! Y en cada etapa tenemos diferentes derechos!" - afirmó Ana, entusiasmada.

Pasaron varias horas trabajando y finalmente terminaron su cartel. Estaba lleno de colores y dibujos que explicaban los derechos de los niños.

Decidieron organizar un pequeño evento en el parque para que otros niños aprendan sobre sus derechos. El día del evento, muchos niños se acercaron a ver el cartel.

"¡Hola a todos!" - comenzó Ana con voz clara, "Hoy estamos aquí para hablar sobre nuestros derechos!".

Tomás se unió, "Y también para que sepan que pueden ser escuchados y ser valientes al hablar sobre lo que necesitan y lo que quieren!".

La gente del pueblo se acercó, interesados en lo que decían. Al principio, algunos adultos no parecían entender. Uno de ellos, el Sr. González, se acercó y dijo:

"¿Y a qué importa lo que piensen los chicos?".

Tomás, sintiendo que era un momento importante, respondió:

"¡Eso importa mucho! Los niños somos el futuro y debemos tener voz en nuestras vidas!".

Los adultos comenzaron a escuchar y, poco a poco, el grupo fue creciendo. La conversación giraba en torno a la Ley de Protección Integral de la niñez y adolescencia, conocida como la Ley PINA.

"Esa ley nos ayuda a asegurarnos de que nuestros derechos sean respetados" - dijo Ana.

El Sr. González, impresionado por su valentía, se dio cuenta de que sus palabras eran valiosas. "Tienen razón, debería prestar más atención a lo que ustedes piensan" - dijo finalmente, pensando en cómo podía colaborar.

Al final del evento, muchos adultos y niños firmaron un compromiso para garantizar que en el pueblo se respetaran los derechos de todos los niños. Desde ese día, el parque se convirtió en un lugar donde los sueños y las ideas de cada niño podían ser escuchados.

Tomás y Ana estaban felices, y aprendieron que, así como ellos, todos los niños del mundo merecen ser escuchados y apoyados en su camino hacia el futuro. Y así, Tomás se dio cuenta de que ellos no solo habían hablado de derechos, sino que también habían creado un cambio en su comunidad, inspirando a otros a unirse en la protección de los derechos de la niñez.

Y así, cada vez que se encontraban en el parque, recordaban que sus voces eran poderosas y que juntos podían lograr grandes cosas. ¡Y colorín colorado, este cuento se ha acabado!

FIN.

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