Los Deseos de Carlos y Manuela



Era una cálida tarde de diciembre cuando Carlos y Manuela decidieron que era momento de escribir su carta a los Reyes Magos. El sol brillaba en el cielo y la emoción llenaba sus corazones.

"¿Qué vas a pedir, Carlos?" - preguntó Manuela mientras tomaba una hoja de papel.

"Yo quiero una bicicleta roja, la más linda de todas!" - respondió Carlos, sonriendo con los ojos brillantes.

"Yo voy a pedir una casita de muñecas, con muebles y todo. ¡Sería genial!" - dijo Manuela, soñando con los días que pasaría jugando con su nueva muñeca.

Ambos se pusieron a escribir en la hoja. La letra era un poco despareja, pero la ilusión se notaba en cada palabra que dejaban plasmadas en el papel. Cuando terminaron, Carlos miró a su hermana:

"¿Y si les dejamos algo más, como un dibujito?" - propuso.

"¡Sí!" - respondió Manuela con entusiasmo. Juntos dibujaron un gran sol y dos niños jugando, rodeados de juguetes, que esperaban la llegada de los Reyes.

Una vez que la carta estuvo lista, los hermanos corrieron al parque donde se encontraba el cartero real, un hombre amable y siempre sonriente que tenía la tarea especial de entregar las cartas.

"Hola, cartero. ¡Mirá nuestra carta!" - dijo Manuela, levantando la carta con fuerza.

"Qué bonita, ¿quieren que se la entregue a los Reyes?" - preguntó el cartero, guiñando un ojo.

Carlos y Manuela asintieron con entusiasmo. El cartero tomó la carta y, con una gran sonrisa, hizo un gesto como si la lanzara al viento, lleno de magia.

"Listo, ya está en camino. Estoy seguro de que los Reyes Magos estarán encantados con sus deseos."

Los niños regresaron a casa, llenos de ilusión. A la noche, mientras se preparaban para dormir, Manuela le dijo a Carlos:

"¿Tú crees que los Reyes van a llegar?"

"Claro que sí, ellos siempre cumplen. ¡Ya verás!" - respondió Carlos, mientras se acomodaba en su cama.

Cuando el nuevo día llegó, los rayos del sol se filtraron por la ventana y despertaron a los dos hermanos. Con un salto, Carlos fue el primero en levantarse.

"¡Manuela! ¡Despertá! ¡Mirá!" - gritó.

Manuela se frotó los ojos y corrió hacia la sala. En el centro, encontraron una enorme caja brillante con un gran moño rojo.

"¡Es nuestra casita de muñecas!" - gritó Manuela, mientras saltaba de alegría.

"Y mira, allá está la bicicleta roja, justo como la pedí!" - dijo Carlos, con una sonrisa de oreja a oreja.

Pero pronto se dieron cuenta de que había algo extraño. Al lado de la bicicleta había un pequeño sobre. Carlos lo levantó y encontró un mensaje:

"Queridos Carlos y Manuela, gracias por sus cartas. Recuerden que no solo los juguetes traen alegría, sino también compartir y cuidar lo que tienen. ¡Diviértanse y sean buenos hermanos! Con cariño, los Reyes Magos."

"¡Wow! Nunca pensé que los Reyes también nos dejarían un mensaje!" - dijo Manuela, mirando a Carlos con asombro.

"Es verdad, debemos recordar siempre ser buenos con los demás y compartir lo que tenemos." - respondió Carlos, comprendiendo la lección que venía acompañada de sus regalos.

Desde ese día, Carlos y Manuela no solo jugaron con sus nuevos juguetes, sino también aprendieron a compartir y ayudar a los demás. A menudo invitaban a sus amigos a jugar y nunca se olvidaron del mensaje de los Reyes. Así, sus corazones se llenaron de alegría, no solo por los regalos, sino por la felicidad de compartir con quienes amaban.

Y así, cada año los hermanos escriben a los Reyes Magos, pero también se aseguran de hacer un buen dibujo y dejar un espacio para los deseos de los demás, porque el verdadero regalo está en el amor que compartimos.

FIN.

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