Los Deseos de los NOSVIS
En un bosque frondoso y mágico, donde los árboles susurraban secretos y las flores dormían bajo una suave manta de nieve, vivían l@s NOSVIS, unos pequeños duendes que cuidaban de la naturaleza durante el invierno. Cada año, en el solsticio de invierno, celebraban un día muy especial en el que recogían los deseos de los animales y las plantas, para asegurarse de que la primavera llegara llena de vida y alegría.
Un brillo inquietante iluminaba el aire esa mañana. La líder de los NOSVIS, una sabia duende llamada Nira, se preparaba para la jornada. "Hoy es un gran día, amigos. Debemos escuchar atentamente cada deseo y guardar la esencia de cada uno entre nuestras hojas mágicas" -dijo, mientras balanceaba su varita hecha de ramas de sauce.
Sus compañeros duendes, Pilo y Luma, estaban ansiosos y emocionados. "¿Creen que este año podremos cumplir un deseo muy especial?" -preguntó Luma con ojos brillantes.
"Tal vez. Pero primero, debemos acudir a todos los rincones del bosque" -respondió Pilo, que siempre estaba listo para la aventura.
Así que, con una risa chispeante, se aventuraron por el sendero cubierto de nieve. El bosque era un lugar vivo, lleno de susurros y trinos. Los animales estaban ansiosos por compartir sus deseos con los NOSVIS.
El primer encuentro fue con un pequeño conejo llamado Binky, que saltaba de un lado a otro. "¡NOSVIS! ¡NOSVIS!" -gritó emocionado. "Deseo que la zanahoria más grande del bosque crezca este verano para que todos mis amigos puedan disfrutarla".
"¡Un deseo noble, Binky! Lo guardaremos en nuestro saco mágico" -dijo Nira mientras anotaba el deseo en su hoja dorada.
Continuaron su camino y pronto encontraron a una anciana tortuga llamada Tula. "Deseo que mi hogar se mantenga siempre seguro y protegido" -murmuró la tortuga, con la voz suave como el viento.
"Tu deseo será cumplido, Tula" -prometió Luma, guardando su deseo con cariño.
Pero de repente, un pequeño grito interrumpió el silencio. Era una pequeña ardilla, que corría asustada. "¡NOSVIS, NO, NO!" -lloraba. "El viento se llevó mi estufa de hojas y ahora tengo frío, deseo que pueda encontrar una nueva casa cálida".
"No te preocupes, pequeña ardilla, vamos a ayudarte" -dijo Pilo, decidido.
Así que los NOSVIS se lanzaron a la búsqueda. Buscaron por entre los árboles y debajo de las raíces, pero no encontraban nada adecuado para la ardilla. Justo cuando estaban a punto de darse por vencidos, Nira se acordó de un viejo lugar, lleno de hojas brillantes. Que sería un lugar perfecto para construir un nuevo hogar.
Cuando llegaron al claro, las hojas brillaban con un tono dorado. "¡Mirá, aquí está lo que buscamos!" -gritó Nira emocionada. Con ayuda de los demás, recolectaron las hojas y construyeron un hermoso refugio para la ardilla.
"¡Gracias, NOSVIS!" -exclamó la ardilla, ahora llena de felicidad. "Mi deseo se ha hecho realidad".
Ya habían recogido varios deseos cuando los NOSVIS escucharon un lamento lejano. Se acercaron y descubrieron a un viejo roble que parecía triste. "No tengo un deseo, solo quiero decirles que llevo años protegiendo el bosque, pero mis ramas están tan cansadas..." -susurró el roble con una voz profunda.
Nira se miró a los ojos con Pilo y Luma. "Quizás su deseo pueda ser que lo ayuden a encontrar fuerzas" -propuso Nira. "Sí, ¡hagámoslo!" -respondieron juntos.
Entonces, decidieron realizar una ceremonia en honor al roble. Con sus varitas, los NOSVIS comenzaron a danzar alrededor del árbol, cantando canciones de vida y alegría. Las ramas del roble empezaron a moverse, como si despertaran de un profundo sueño, y de repente, su tronco se iluminó con una luz verde brillante.
"Gracias, pequeños amigos. Ahora siento la energía del bosque fluyendo a través de mí. Mi deseo de ser fuerte y protector se ha hecho realidad" -dijo el roble, su tronco resplandecía con renovada vida.
Al caer la noche, los NOSVIS se reunieron para cerrar el día. "Hicimos un gran trabajo, recogimos muchos deseos y ayudamos a un amigo en el camino" -dijo Pilo, cansado pero feliz.
Luma sonrió, "Sí, pero lo mejor de todo es que aprendimos que nuestros deseos no siempre tienen que ser solo para nosotros. A veces, el verdadero deseo es ayudar a aquellos que nos rodean".
Nira asentó, "Así es, y aunque hoy terminó, siempre podemos seguir cuidando de nuestro bosque y de quienes lo habitan".
Y así, en la noche del solsticio de invierno, los NOSVIS, con los corazones llenos de alegría, sabían que el verdadero espíritu de los deseos estaba en el amor y la bondad que compartían. La primavera vendría, y ellos estarían listos para abrazarla con cada hoja nueva, cada flor abierta y cada bello canto.
Con una sonrisa, los duendes se acurrucaron en sus camas de hojas, listos para soñar, esperando al nuevo ciclo de vida que estaba por venir.
FIN.