Los Días de Diego y su Encuesta Mágica
Había una vez en un pequeño pueblo llamado MercadoVille, un niño llamado Diego. Diego era un chico curioso y muy inquieto. Siempre le gustaba inventar cosas y soñar en grande. Un día, mientras paseaba por el parque, se encontró con un viejo libro en un banco. El libro estaba cubierto de polvo y lleno de ilustraciones de productos extraordinarios: bicicletas voladoras, mochilas que hacían la tarea y hasta juegos que se jugaban en el aire.
Al abrirlo, Diego encontró un mensaje fascinante: "¡Crea, pregunta y escucha!". Intrigado, decidió que era momento de elaborar su producto mágico.
"¿Qué podría inventar?"- pensaba mientras caminaba.
De repente, se le ocurrió: ¡una lámpara que contara historias! Pero, ¿cómo saber si a los demás les gustaría su idea?
Recordó lo que decía el libro y se le ocurrió una brillante idea: hacer una encuesta. En su cuaderno dibujó unas preguntas y salió a preguntar a los niños del barrio.
"¡Hola! Estoy inventando una lámpara mágica que cuenta cuentos. ¿Te gustaría tener una en tu casa?"- preguntó Diego a su amiga Sofía.
"¡Sí! Me encantaría. Pero, ¿podría contar historias de los animales y los espacios mágicos?"- respondió Sofía.
Continuó con su encuesta, preguntando a cada niño:
"¿Qué tipo de historias te gustaría escuchar?"-
"Me gustan las de aventuras, pero también las de misterio,"- decía uno.
"A mí las de princesas y dragones, por favor!"- exclamaba otro.
"¡Yo quiero historias que me hagan reír!"- gritaba una pequeña que se unió a su grupo.
Diego anotaba todo con entusiasmo. Con cada respuesta, su idea seguía creciendo.
Decidido a construir la lámpara, se sentó en su habitación rodeado de materiales: cartones, pintura, luces y, por supuesto, montones de papeles con las sugerencias de sus amigos. Poco a poco, la lámpara fue tomando forma.
Pero cuando terminó, se dio cuenta de que la lámpara era tan complicada que no funcionaba bien. Al encenderla, solo producía un ruido extraño.
"¡Ay no!"- se lamentó Diego, "No puedo quedarme así. ¡Necesito más opiniones!"- Y así, rápidamente, llevó su lámpara a la plaza donde estaban muchos chicos.
"¿Me ayudan a mejorarla? ¡Necesito su ayuda!"- pidió Diego.
Los niños se acercaron y empezaron a probar la lámpara.
"La luz no es buena, no se ve bien,"- dijo uno.
"Los cuentos son demasiado largos, deberían ser más cortos,"- señaló una niña.
"¡Y debería tener música!"- sugirió otro.
Diego estaba maravillado.
"Ustedes tienen razón. ¡Hagamos una lluvia de ideas juntos!"- dijo entusiasmado.
Después de un rato de sugerencias, Diego tomó un nuevo papel y comenzó a anotar todo lo que sus amigos querían en la lámpara.
"¡Vamos a hacerlo!"- exclamó Diego, lleno de energía.
Pasaron semanas perfeccionando juntos la lámpara mágica. Cada niño contribuyó con su propia idea. Luego de mucho esfuerzo, llegó el día del gran lanzamiento. Todos los niños de MercadoVille estaban reunidos.
Diego encendió su lámpara y, para su sorpresa, el brillo iluminó la plaza, y la lámpara comenzó a contar historias.
Los niños aplaudieron y se emocionaron.
"¡Es genial, Diego!"- gritó Sofía. "Es justo lo que queríamos. ¡Es un éxito!"-
Diego sonrió, sintiéndose orgulloso.
"Todo esto es gracias a ustedes, por ayudarme y decirme lo que realmente querían. ¡Eso es trabajar juntos!"- dijo Diego, mientras la lámpara seguía narrando historias de aventuras, misterios y risas para todos los presentes.
Y así, Diego aprendió la importancia de escuchar a su comunidad y de colaborar. Desde ese día, él siempre incluiría a sus amigos en futuros inventos, sabiendo que las mejores ideas se crean juntos.
Y de esta manera, Diego y su lámpara mágica hicieron de MercadoVille un lugar lleno de historias y sonrisas.
FIN.