Los Días de Nico
En un barrio tranquilo, vivía Nico, un chico de 10 años que siempre encontraba diversión en lo más simple. Un día, mientras pintaba un hermoso dibujo de un paisaje con su acuarela favorita, su hermano Tomás llegó a interrumpirlo.
"¡Nico! ¡Ven a jugar a la pelota!"- gritó Tomás desde la puerta.
"Estoy pintando, Tomás. ¡Mirá lo que hice!"- respondió Nico (mostrando su obra).
"Eso se seca, ¡pero la pelota no!"- insistió Tomás.
Nico miró su pintura; aunque le gustaba mucho, su hermano tenía razón. Decidió dejarla a un lado, la guardó con cuidado y salió corriendo al patio.
Después de un rato de jugar, los chicos se enfadaron por un penal que no era penal, y comenzaron a pelear.
"¡No fue falta, sos un trampa!"- gritó Tomás.
"¡No es verdad! A veces tenés un ojo de águila, pero hoy no! “ - replicó Nico.
La pelea se volvió intensa y, justo cuando parecían muy enojados, su mamá apareció, frunciendo el ceño.
"¡Chicos, basta! ¡A jugar en armonía o a estudiar!"- los retó.
"Pero mamá, solo estamos jugando..."- protestó Nico, pero ella no lo permitió.
"Si no pueden jugar bien, les voy a tener que prohibirlo. ¿O acaso querés hacer todo el día un dibujo?"- se rió ella con cariño.
Los chicos se miraron y comenzaron a reír también, entendieron que la pelea no valía la pena y se abrazaron, prometiendo usar la pelota en vez de sus puños. Después de la charla familiar, la mamá les permitió jugar video juegos, pero con una condición.
"¡Solo por una hora! Y luego bailamos todos juntos en la sala. ¡Es hora de mover el cuerpo!"- dijo la mamá con tono divertido.
Así que, tras la hora de juego, se pusieron a bailar. Nico se movía abrazado a Tomás y a su mamá, mientras ella ponía música alegre. Entre risas y pasos de baile, olvidaron cualquier rencor que hubiesen tenido antes.
Al día siguiente, la situación se repitió. Mientras pintaba su cuadro, otra vez apareció Tomás.
"¿Vas a dejar eso de lado otra vez para jugar?"- preguntó con picardía.
"Esta vez voy a invitarte a dibujar algo juntos, ¡qué te parece?"- respondió Nico con una sonrisa.
"¡Dale! Me parece genial, pero después sigue la partida de video juegos, ¿eh?"
"Trato hecho, hermano"- dijo Nico, mientras pensaba que esa combinación era perfecta.
Así fue como en los siguientes días, Nico y Tomás aprendieron a disfrutar de cada actividad sin pelear, compartiendo su tiempo en la pintura, la bicicleta y el baile, pero también sabiendo que se divertían en los videojuegos.
Y de vez en cuando, la mamá los recordaba con una sonrisa lo importante que era disfrutar el momento.
"No importa lo que hagan, mientras se respeten y sean felices juntos, todo está bien"- les decía con ternura.
Nico y Tomás, con sus risas y terribles dotes de bailes, entendieron que siempre podían encontrar un equilibrio entre su arte y la diversión. La vida, tras varias aventuras, se volvió más amena y llena de colores y risas compartidas. Y así, cada día, pintaban su mundo combinado entre amor, respeto y diversión.
FIN.