Los Dinosaurios y la Escuela de Aventuras
Había una vez 15 dinosaurios que vivían en la selva. Todos eran grandes y fuertes, pero también muy curiosos. Desde la distancia, a menudo miraban a un lugar curioso conocido como "la escuela". Era un lugar donde los pequeños humanos iban a aprender cosas nuevas, a jugar y a divertirse. Consideraban que debía ser un sitio mágico porque siempre había risas y música.
Un día, el dinosaurio más aventurero de todos, Dino, se acercó a su grupo y dijo: "Chicos, tengo una idea. ¿Qué les parece si vamos a la escuela y vemos de qué se trata?". Todos los dinosaurios se miraron con sorpresa pero, poco a poco, la emoción comenzó a crecer entre ellos.
"Yo quiero jugar en las piscinas de pelotas!" exclamó Titina, la triceratops, mientras movía su cola lentamente.
"Y yo quiero subirme a los carros de juguete!" agregó Rex, el T-Rex, con una sonrisa que le cubría todo su rostro.
Después de un animado debate, decidieron que al día siguiente, muy temprano, se dirigirían a la escuela. Una vez que el sol salió, los dinosaurios se pusieron en marcha. Caminaban y hacían ruido con sus gigantescos pasos, haciendo temblar el suelo a su paso.
Al llegar a la escuela, se escondieron detrás de unos arbustos y observaron cómo los niños jugaban alegremente. "Mirá, ahí tienen una piscina de pelotas", señaló Dino, emocionado. "Voy a ir a nadar!". Pero cuando iba a salir corriendo, los demás lo frenaron.
"Espera, Dino. Si vamos así, los niños se asustarán y no nos dejarán jugar". dijo Sara, la stegosaurus, que era más cautelosa.
Así que decidieron ser sigilosos. Entraron por la puerta trasera y se ocultaron entre los juegos. Sin embargo, en el parque también había un problema: el lugar estaba lleno de niños. Cuando finalmente se animaron a salir, uno de los niños, Tomy, los vio.
"¡Miren, un dinosaurio!" gritó Tomy, corriendo hacia ellos. Los otros niños se dieron la vuelta y, aunque al principio los miraron con miedo, pronto comenzaron a reír. "Mirá las patas del dinosaurio, son enormes!" dijo una niña.
Dino, sintiéndose un poco nervioso, dijo: "¡Hola! Somos dinosaurios curiosos y solo queremos jugar y aprender, ¿podemos?". Los niños se miraron y, después de un momento de silencio, uno de ellos respondió: "¡Por supuesto! Pero primero, cuéntenos qué saben hacer".
Los dinosaurios, emocionados, comenzaron a mostrar sus habilidades. Titina hizo acrobacias con su gran cuerpo y sorprendió a todos con su balanceo. Rex, movido por la emoción, corrió y dio vueltas, creando un mini tornado de hojas en el parque. Al ver esto, los niños comenzaron a reír y aplaudir.
"¡Espectacular! ¡Hagamos una carrera!" propuso un niño. Dino aceptó ilusionado. ¡Era su oportunidad de jugar! Los dinosaurios y los niños se pusieron en línea, listos para correr. La carrera empezó, pero en el primer giro, Dino se dio cuenta de que con sus patas enormes no podía ser tan rápido como pensaba. Así que, mientras los niños lo superaban, tuvo una brillante idea.
"¡Chicos! Usemos nuestra creatividad, para hacerla más divertida!" sugirió. Pronto, todos comenzaron a crear obstáculos. Jugaron en un circuito que incluía rampas de saltos y juegos de piso. La diversión era tal que ni se dieron cuenta del tiempo que pasaba.
Al final del día, los dinosaurios se despidieron de los niños, prometiendo volver a jugar. "Volveremos el próximo fin de semana!" dijo Sara. "Aprendimos que la curiosidad nos lleva a aventuras increíbles", finalizó Dino, mientras se alejaban hacia la selva.
Ese día, descubrieron no solo cómo divertirse, sino también la importancia de la amistad y la colaboración. Y así, los 15 dinosaurios y los niños formaron un lazo que nunca olvidarían, llenos de risas y nuevas enseñanzas para todos.
FIN.