Los Dinosaurios y la Escuela Mágica



Era un hermoso día en el valle prehistórico donde vivían un grupo de amigos dinosaurios. Siempre soñaron con divertirse en la escuela que veían a lo lejos, donde había una gigantesca piscina de pelotas y un parque lleno de juegos. Un día, decidieron que era el momento de aventurarse y explorar ese lugar misterioso.

Adrián, el líder del grupo, reunió a todos: "¡Chicos! ¡Hoy es el día en que vamos a la escuela! Vamos a pedir permiso para jugar en la piscina de pelotas."

"¡Sí! ¡Vamos!" exclamó Antonella, llena de energía.

Marthin, que siempre era un poco más cauteloso, preguntó: "¿Pero y si no nos dejan entrar?"

"Yo creo que podemos hacer algo divertido para convencerlos" dijo Matías, siempre con su chispa de creatividad.

"¿Qué tal si organizamos un espectáculo de talentos?" propuso Lya, la pequeña dinosaurio. Todos se miraron emocionados por la idea y comenzaron a planearlo. Con distintos talentos como cantar, bailar y hacer malabares, cada uno se preparó para dar lo mejor de sí.

Finalmente, llegaron a la escuela, donde algunos pequeños dinosaurios estaban jugando en el parque. Vieron a lo lejos a la maestra de la escuela, la sabia dinosaurio Luciana, y se acercaron con un poco de nerviosismo.

"Hola, señora Luciana. Somos de la manada de dinosaurios del valle y venimos a proponer un espectáculo de talentos a cambio de jugar en la piscina de pelotas. ¿Qué le parece?" dijo Maximiliano con la voz temblorosa.

Luciana se sonrió, interesada. "Eso suena muy divertido. Pero, ¿tienen un plan? ¿Y si no logran entretener a los demás?"

Jeronimo, quien tenía muchas ganas de demostrar su destreza, contestó: "Si no les gusta, ¡prometemos irnos!"

"¡Bueno! Me parece un trato justo. ¡Déjenme ver lo que tienen preparado!" dijo Luciana, encantada.

Los dinosaurios se reunieron en la cancha, preparándose para mostrar sus talentos. Adrián empezó con un increíble número de cantos, Emilia lo siguió con una danza divertida, y Antonella deslumbró con sus malabares. Pero en medio de la actuación, un pequeño dinosaurio, Ángel, se puso muy nervioso y no pudo continuar su acto.

Lya, viendo cómo su amigo se desanimaba, corrió hacia él y le dijo: "No te preocupes, Ángel. Todos estamos aquí para divertirnos, no importa si te da miedo. ¡Lo importante es intentarlo!"

Ángel, con el apoyo de su amiga, tomó una profunda respiración y decidió intentarlo de nuevo. Esta vez, su número de acrobacias fue increíble y todos aplaudieron entusiasmados.

Al final del espectáculo, Luciana sonrió y dijo: "¡Fue un gran show! Están todos muy talentosos y me encantaría que disfrutarán de la piscina de pelotas. ¡Vayan, diviértanse!"

Los dinosaurios saltaron de alegría. Corrieron hacia la piscina de pelotas y comenzaron a jugar, riendo y disfrutando de su día.

La experiencia les enseñó que, a veces, hay que enfrentar nuestros miedos y que con apoyo mutuo, todo es posible. Al final del día, no solo se divirtieron, sino que también hicieron nuevos amigos en la escuela.

Y así, los dinosaurios volvían a casa con grandes sonrisas y corazones felices, listos para compartir su nueva aventura con todos en el valle.

FIN.

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