Los domingos en la playa de Juan y Sofía
Era un hermoso domingo de primavera, y Juan y Sofía, dos amigos inseparables, estaban listos para salir a la playa como lo hacían cada fin de semana. Sus risas resonaban mientras caminaban por el sendero que conducía a la playa, emocionados por la idea de jugar en la arena con su grupo de amigos.
"¿Trajiste la pelota de fútbol, Juan?" - preguntó Sofía mientras corría un poco adelante.
"¡Claro! No puedo esperar para hacer el torneo de penales!" - respondió Juan, sonriendo.
Al llegar a la playa, el sol brillante les dio la bienvenida con su cálido abrazo. Se encontraron con sus amigos, Marcos, Valentina y Leo, quienes estaban preparando el área para un día lleno de diversión.
"¡Chicos! ¡Vamos a jugar!" - gritó Marcos desde el agua, haciendo gestos con las manos.
La pelota de fútbol fue lanzada al aire y se convirtió en el centro de atención. Después de un rato de juego, Juan se dio cuenta de que estaban siendo observados por un grupo de niños que jugaban más lejos, pero que no tenían amigos con quienes compartir su alegría. Juan sintió un nudo en el estómago.
"Oigan, ¿por qué no invitamos a esos chicos a unirse a nosotros?" - sugirió Juan, señalando a los niños.
"Pero... no los conocemos" - expresó Valentina, un poco tímida.
"Eso no importa. Todos merecemos pasar un buen rato juntos" - argumentó Sofía.
Después de un breve debate, todos acordaron invitar a esos niños. Juan fue el primero en acercarse.
"¡Hola! Somos Juan, Sofía y nuestros amigos. ¿Quieren jugar con nosotros?" - sonrió Juan.
Los niños se miraron entre sí, algo sorprendidos, pero después de un momento respondieron con entusiasmo.
"¡Sí! ¡Nos encantaría!" - dijo una niña llamada Laura, mientras su hermano Nico asentía con la cabeza.
La alegría del grupo aumentó mientras todos comenzaban a jugar juntos. Formaron dos equipos y se lanzó la pelota de nuevo. Durante el juego, los nuevos amigos se reían y ayudaban a los que no sabían jugar muy bien.
De repente, Leo, mientras corría tras la pelota, se tropezó y cayó al suelo. Todos se detuvieron al ver que Leo no se movía.
"¡Leo! ¿Estás bien?" - gritó Marcos mientras corría hacia él.
"Me duele un poco la rodilla, pero creo que puedo levantarme" - dijo Leo, jadeando.
Pero antes de que pudiera levantarse por completo, Juan y Sofía llegaron a su lado.
"Espera, Leo. Vamos a ayudarte" - dijo Sofía, mientras se agachaba y le ofrecía su mano.
"Si te duele, no dudes en decirlo. Estamos aquí para colaborar" - agregó Juan, mostrándose apoyado.
Con la ayuda de Juan y Sofía, Leo se incorporó lentamente, y un poco después, todos discutieron cómo podrían jugar en un ambiente más seguro.
"¿Qué les parece si hacemos un juego donde todos participemos al mismo tiempo?" - propuso Laura.
"¡Eso suena divertido!" - exclamó Sofía.
Así que, después de un breve descanso, los niños montaron un juego en el que todos podían participar: un juego de relevos de carreras en la arena. La diversión fue tal que el tiempo voló sin que se dieran cuenta.
Al final del día, mientras se despedían, los corazones de todos estaban llenos de alegría.
"Gracias por invitarnos. ¡Fue el mejor día de playa de todos!" - dijo Nico sonriendo.
"Sí, esto fue increíble. ¡No podemos esperar a volver!" - agregó Valentina.
Y así fue como Juan y Sofía aprendieron que el verdadero espíritu de la amistad es compartir y ayudar, no solo con los amigos de siempre, sino también con aquellos que quizás solo necesiten una oportunidad para unirse a la diversión. Desde ese día, le prometieron a esos nuevos amigos que cada domingo, la playa sería un lugar para todos.
Fin.
FIN.