Los Duendecitos de Villa Feliz


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, una familia muy especial: María Luisa, Pedro, Nayra y Yanira.

María Luisa era una mamá increíble, trabajaba duro para mantener a su familia y siempre los llenaba de amor y alegría. Sin embargo, últimamente se sentía un poco cansada y desanimada porque nadie la ayudaba en casa. Un día, mientras María Luisa estaba limpiando la casa y preparando la cena, Nayra y Yanira jugaban felices en el jardín.

Pedro llegó del trabajo y se sentó a descansar sin ofrecer ayuda a su esposa. María Luisa suspiró con tristeza al ver que nadie parecía notar lo mucho que necesitaba ayuda.

"¡Chicas! ¿Pueden ayudarme a poner la mesa para cenar?", les pidió María Luisa con voz cansada. "Ahora no podemos mamá, estamos ocupadas", respondieron las niñas sin prestar mucha atención.

María Luisa sintió un nudo en la garganta al ver que incluso sus hijas parecían darle la espalda en ese momento. Decidió dar un paseo por el bosque cercano para despejar su mente. Mientras caminaba entre los árboles, escuchó risas provenientes de una cueva escondida.

Intrigada, María Luisa se acercó sigilosamente y vio a unas criaturas diminutas llamadas Duendecitos que jugaban alegremente entre ellos. "Hola señora", saludaron los Duendecitos con entusiasmo.

"¿Qué te trae por aquí?"María Luisa les contó sobre su problema en casa y cómo se sentía abrumada por toda la carga de trabajo. Los Duendecitos intercambiaron miradas cómplices antes de proponerle algo sorprendente. "Sabemos cómo ayudarte", dijeron sonrientes los Duendecitos. "Mañana iremos a tu casa cuando todos estén dormidos".

María Luisa aceptó emocionada la ayuda de los Duendecitos y regresó a casa con renovadas esperanzas. Esa noche, mientras la familia dormía plácidamente, los Duendecitos llegaron silenciosamente e hicieron magia en cada rincón de la casa.

Al despertar al día siguiente, María Luisa se sorprendió al ver que todo estaba impecablemente limpio y ordenado. La mesa estaba lista para el desayuno con flores frescas adornándola y un delicioso aroma llenaba la cocina.

Pedro, Nayra y Yanira bajaron asombrados al ver el cambio en su hogar. Los Duendecitos se escondieron rápidamente antes de ser descubiertos pero dejaron una nota junto a un ramillete de flores:"Querida María Luisa, A veces olvidamos lo importante que es ayudarnos mutuamente.

Con cariño, Los Duendecitos"María Luisa abrazó emocionada a su familia mientras les contaba sobre sus amigos mágicos y cómo habían enseñado una valiosa lección esa noche.

Desde entonces, todos colaboraron juntos en las tareas del hogar compartiendo responsabilidades y disfrutando del tiempo en familia como nunca antes lo habían hecho. Y así, gracias a la magia de los Duendecitos, María Luisa aprendió que pedir ayuda no era signo de debilidad sino de fortaleza; y que trabajar juntos hacía todo más fácil y divertido.

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