Los Duendes de Escacena



Era una mañana soleada en el pequeño pueblo de Escacena. Los niños, llenos de energía y creatividad, se reunieron en la plaza principal. "¡Hola, amigos!" -dijo Lucas, moviendo su pelito al viento-. "Hoy es el día perfecto para hacer de nuestro pueblo un lugar más bonito y colorido!" -exclamó Sofía entusiasmada-. Los demás niños asintieron con emoción. "¿Y cómo lo hacemos?" -preguntó Mateo, rascándose la cabeza-. "Podríamos pintar las casas y plantar flores en los jardines!" -sugirió Valentina. Todos estuvieron de acuerdo. Así, decidieron repartir tareas y comenzaron a planear su gran proyecto.

Mientras tanto, en el bosque cercano, un grupo de duendes escuchó sus planes. "¿Los humanos quieren embellecer su pueblo? Eso suena divertido!" -dijo Pillo, el duende más travieso-. "¡Vamos a ayudarles!" -agregó Brillo, que siempre veía el lado positivo de las cosas. Así, los duendes comenzaron a tramar su plan.

Al día siguiente, los niños se despertaron con gran entusiasmo. "¡Hoy es el día!" -gritó Sofía mientras se vestía. Llenaron sus mochilas con pinceles, pintura y semillas de flores. Al llegar al centro del pueblo, se sorprendieron al ver que todo ya estaba decorado con cintas de colores y banderas. "¿Quién hizo todo esto?" -preguntó Lucas, asombrado-.

A los pocos segundos, un miedo podría comenzar a apoderarse de ellos. Se escuchó una risa suave entre los árboles y, de repente, aparecieron los duendes. "¡Sorpresa!" -dijeron al unísono, haciendo una reverencia-. "Nosotros les ayudamos a embellecer Escacena, pero no queremos que sea sólo un lindo decorado, queremos que lo sientan en sus corazones!" -explicó Brillo.

"¡Qué maravilla!" -gritó Mateo. "¿Y cómo podemos ayudarles a ustedes también?" -preguntó Valentina, siempre dispuesta a colaborar-. Pillo sonrió de oreja a oreja. "Hay que hacer un pacto. Ustedes hacen arte y flores, y nosotros les enseñamos a cuidar el medio ambiente. Es un trato, ¿les parece?"

Los niños asintieron, emocionados. Así comenzó la transformación de Escacena. Cada casa se pintó de colores brillantes, y los jardines se llenaron de flores de todos los tonos. Pero además de embellecer el pueblo, los duendes enseñaron a los niños la importancia de cuidar la naturaleza.

"Debemos juntar la basura... ¡un pueblo limpio es un pueblo feliz!" -decía Brillo mientras los guiaba-. Los niños aprendieron a reciclar y a cuidar los árboles, mientras los duendes les contaban sobre las plantas y sus secretos.

Sin embargo, no todo iba a ser fácil. Un día, un grupo de adultos del pueblo se opuso a los cambios. "¡Esto no es necesario!" -argumentó el Sr. Rodríguez, un anciano que siempre había vivido en Escacena-. "El pueblo siempre ha sido igual, ¿por qué cambiar ahora?" -los otros le apoyaron. Los niños, confundidos y preocupados, no sabían qué hacer.

Fue entonces cuando los duendes decidieron actuar. "No se preocupen, amigos. Les ayudará a hablar con los adultos" -dijo Pillo-. En la próxima reunión del pueblo, los niños presentó su proyecto: compartieron las enseñanzas de los duendes y el impacto positivo que el cambio había traído. "Nuestros corazones están más felices, y el ambiente también" -dijo Sofía, mirando a todos a los ojos-.

Los adultos, tocados por la pasión de los niños, comenzaron a ver las cosas de otra manera. "Tal vez podamos trabajar juntos y encontrar un equilibrio," -dijo el Sr. Rodríguez, finalmente comprendiendo el deseo de los niños-.

Así, los niños y adultos se unieron. Al paso del tiempo, Escacena no solo se convirtió en un lugar hermoso, sino en un ejemplo de colaboración entre generaciones. Cada año, celebraban una fiesta del color, recordando a los duendes que les enseñaron el verdadero significado de cuidar su pueblo.

Y aunque los duendes regresaron a sus bosques, su legado permaneció. Los niños nunca olvidaron su esencia ni su amor por el medio ambiente.

Juntos hicieron de Escacena un lugar donde todos, incluso los duendes, podrían convivir en paz, rodeados de colores y alegría.

FIN.

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