Los Duendes del Mundo Gris
En un curioso lugar llamado Mundo Gris, donde todo parecía tener un solo color, los días eran monótonos y la risa de los niños se había apagado. Los adultos se olvidaron de cómo divertir a los pequeños, y así, la alegría y la imaginación de todos parecían desvanecerse.
Pero un día, en el fondo del bosque, una nube multicolor decidió que era el momento de hacer algo. Desde lo alto, los duendes juguetones, con su risa contagiosa y traviesas travesuras, miraban el mundo triste y desolado.
"¡Miren eso! ¡Qué aburrido! ¡No puede seguir así!" - dijo Tito, un duende con un sombrero enorme y puntiagudo.
"¿Y si hacemos algo al respecto?" - sugirió Lila, la duende pintoresca, sacando su pincel y una paleta llena de colores vivos.
Los duendes decidieron descender al Mundo Gris. Saltaron de nube en nube y finalmente aterrizaron en un pequeño parque. Sus ojos brillarían al ver los rostros apagados de los niños.
"¿Qué hacemos primero?" - preguntó Tito, mientras miraba a su alrededor.
"¡Pintemos el parque!" - exclamó Lila, llena de entusiasmo.
Y así, con sus varitas mágicas, los duendes comenzaron a transformar el mundo monótono. Pintaron flores de todos los colores: rosas, azules, amarillas y naranjas. Los árboles se llenaron de globos de agua que hacían ruidos divertidos al estallar. Las aves, guiadas por los duendes, comenzaron a cantar melodías alegres que sonaban como risas.
De a poco, los niños comenzaron a acercarse, llenos de curiosidad.
"¿Qué está pasando?" - preguntó una niña llamada Sofía, con ojos como platos.
"Estamos trayendo la diversión de regreso, ¡vení!" - dijo Lila, invitándola a unirse.
A medida que los duendes continuaban trabajando, notaron que no todos los adultos estaban contentos con el resplandor que inundaba el parque. Un hombre de traje gris, con un sombrero blanco y un maletín, se acercó, ceñudo.
"¡Esto no puede estar pasando!" - bramó el hombre. "¡El orden debe prevalecer! ¡Los colores solo traen confusión!"
Los duendes miraron a Sofía y a sus amigos, quienes se habían detenido, preocupados.
"¿El orden significa ser aburrido?" - preguntó Tito, con una mueca divertida. "¿Y qué hay de la risa? ¿De los sueños?"
El hombre frunció el ceño, pero en su rostro apareció una pequeña, casi imperceptible, sonrisa cuando uno de los globos estalló y empapó a uno de sus pies. Los niños comenzaron a reír y eso hizo temblar su corazón.
"¡Así no se puede trabajar!" - protestó, aunque su tono era más juguetón que enojado.
"Pero sí podemos divertirnos" - contestó Lila, acercándose al hombre. "Mirá cómo los niños sonríen. ¿No te gustaría recordar lo que es ser feliz?"
Los ojos del hombre comenzaron a brillar. Se dio cuenta de que también él había olvidado lo que significaba la alegría.
"Quizás... un poco de diversión no haría daño..." - murmuro mientras sonreía cada vez más.
Finalmente, el hombre, tentado por la risa de los niños, dejó su maletín en el suelo y dio un paso adelante. Uno de los duendes le lanzó un globo de agua que rebotó en su barriga y estalló en mil colores, pintando sus zapatos.
Los niños estallaron en risas, y el hombre se unió a ellos, olvidando su sombrero gris y su actitud ceñuda.
"¡Esto es fantástico! ¡Quiero más! ¡Quiero jugar!" - gritó, corriendo entre los niños.
Los duendes, alegres, continuaron su trabajo, llenando el Mundo Gris con risas y colores. Al final del día, no solo el parque había cambiado, sino también los corazones de los adultos. Las familias empezaron a volver al parque a jugar y a reír juntas.
Antes de que los duendes volvieran a su hogar entre nubes, Tito miró a Sofía.
"Recuerden, la diversión es importante. Nunca dejen que el mundo se ponga gris. ¡Siempre busquen el color en su vida!"
Y, con un guiño, desaparecieron entre nubes de colores, dejando su magia en el Mundo Gris.
Desde entonces, cada año, los habitantes del parque celebran el día en que los duendes llegaron, recordando la importancia de la alegría y la diversión en sus vidas.
FIN.