Los duendes del tiempo



Había una vez, en un pequeño pueblo de la República Checa, una niña llamada Marushka. Marushka era una niña muy especial, siempre curiosa y llena de energía.

Vivía con su abuela en una humilde cabaña al borde del bosque. Un día de invierno, mientras jugaba en el jardín trasero de su casa, Marushka se encontró con un grupo de duendes traviesos que se hacían llamar los 12 meses.

Cada uno de ellos representaba un mes del año y tenían poderes mágicos para controlar el clima y las estaciones. Marushka quedó fascinada por estos diminutos seres y decidió hacerles compañía todos los días. Los 12 meses le enseñaron muchas cosas sobre la naturaleza y cómo cuidarla.

Le mostraron cómo sembrar semillas en primavera, regarlas durante el verano, reagarrar frutas en otoño e incluso construir muñecos de nieve en invierno. La vida en la cabaña se volvió aún más emocionante con la presencia de los 12 meses.

Juntos exploraban el bosque, trepaban árboles y recolectaban bayas silvestres. Aprendieron a respetar a los animales que vivían allí y a cuidar del medio ambiente. Pero un día, cuando llegó marzo, Marushka notó que algo estaba mal.

El mes era conocido por traer consigo fuertes vientos que derribaban árboles y causaban estragos en el pueblo. Marushka sabía que tenía que hacer algo para ayudar. Decidió hablar con Vítek, el mes de marzo.

"Vítek, sé que puedes ser un poco travieso a veces, pero también eres muy fuerte y valiente", le dijo Marushka con determinación. "Pero debes aprender a controlar tus poderes para no lastimar a nadie".

Vítek se quedó en silencio por un momento, reflexionando sobre las palabras de Marushka. Finalmente, asintió y prometió hacer todo lo posible para ser más cuidadoso. A medida que pasaba el tiempo, Marushka continuó su amistad con los 12 meses.

Cada uno tenía algo especial que enseñarle: abril le mostró cómo plantar flores; mayo le enseñó sobre la importancia de la lluvia; junio le reveló los secretos del solsticio de verano.

Marushka se convirtió en una niña sabia y respetuosa gracias a las enseñanzas de los 12 meses. Se dio cuenta de que todos tenían su propósito y que juntos formaban un ciclo perfecto. Un día, cuando llegó diciembre, Marushka notó que había una tristeza en el aire.

Descubrió que los 12 meses estaban preocupados porque no podían encontrar al mes perdido: enero. Sin pensarlo dos veces, Marushka decidió embarcarse en una aventura para buscar a enero y llevarlo de regreso con sus amigos.

Recorrió montañas cubiertas de nieve y valles helados hasta llegar a un pequeño pueblo donde encontró a enero escondido entre las sombras. "¿Por qué te escondes?", preguntó Marushka con curiosidad.

"Estoy triste porque la gente siempre me olvida después de las fiestas de Año Nuevo", respondió enero con tristeza. Marushka sonrió y le explicó a enero lo importante que era para el ciclo de los 12 meses. Le recordó que sin él, el año no estaría completo. Con renovada confianza, enero regresó al pueblo junto a Marushka.

Los 12 meses estaban felices de verlo y juntos celebraron el comienzo de un nuevo año lleno de aventuras y aprendizaje.

Desde ese día, Marushka siguió siendo amiga de los 12 meses y continuaron enseñándole sobre la naturaleza y cómo cuidarla. Marushka se convirtió en una defensora del medio ambiente y compartió su conocimiento con todo el pueblo.

Y así, gracias a la valentía y sabiduría de una niña llamada Marushka, los 12 meses encontraron un propósito aún más grande: proteger y preservar la belleza del mundo natural para las generaciones futuras.

FIN.

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