Los Duendes y la Cascada Mágica



En un bosque encantado, rodeado de altos árboles y flores coloridas, vivía un grupo de duendes alegres y traviesos. Estos pequeños seres, de piel verdosa y orejas puntiagudas, eran conocidos por su afición a jugar en la naturaleza y cuidar de los secretos del bosque. En el corazón del bosque, había una maravillosa cascada que brillaba como un diamante bajo el sol. Los duendes la llamaban 'Cascada de los Deseos'.

Un día, los duendes se reunieron para discutir algo muy importante.

"¡Vamos a hacer una gran fiesta!" - propuso Dimi, el más pequeño de todos.

"Sí, pero necesitamos un regalo especial para todos los que vengan" - agregó Lila, con una gran sonrisa.

"¡Podemos recoger flores y hacer coronas!" - sugirió Zuri, saltando de alegría.

Mientras charlaban, el anciano duende Bardo se acercó, preocupado.

"Queridos amigos, no podemos ser tan descuidados. La Cascada de los Deseos está perdiendo su magia. Si no encontramos la razón, la fiesta podría no ser como la pensamos" - dijo, mientras acariciaba su larga barba blanca.

Los demás se miraron entre sí, preocupados. Decidieron unir fuerzas y descubrir qué le sucedía a la cascada.

Los duendes partieron hacia la cascada. Al llegar, notaron que el agua fluía más lentamente y las flores alrededor parecían marchitas.

"¿Qué le estará pasando?" - preguntó Dimi mientras observaba con curiosidad.

"Creo que el agua necesita alegría. Está triste, al igual que nosotros si no celebramos juntos" - explicó Lila.

Entonces Bardo tuvo una idea.

"Hicimos muchas travesuras en este bosque, pero nunca hemos agradecido a la cascada por toda su magia. Necesitamos mostrarle cuánto la apreciamos" - dijo el anciano.

Los duendes se pusieron a trabajar. Disponiendo pequeños regalos que procedieron a recolectar: billetes de colores, piedras brillantes y flores. También construyeron un gran escenario con ramas y hojas para hacer un baile, y se prepararon para la fiesta. Empezaron a cantar.

"¡Oh, Cascada hermosa! Te agradecemos, por darnos risas y alegría, eres parte de nuestro hogar, y con cariño, hoy te queremos honrar".

Cuanto más cantaban, más claro se volvía el agua de la cascada. De repente, unas luces comenzaron a danzar sobre ella, formando figuras mágicas en el aire.

"¡Miren, la magia está regresando!" - gritó Zuri, maravillada.

Con cada paso de baile y cada canción que entonaban, los duendes se sentían más felices. Al final del día, la cascada parecía más radiante que nunca, y su agua corría con fuerza por las rocas.

"¡Lo logramos!" - exclamó Dimi, mientras brincaba de alegría.

"Sí, aprendimos algo muy importante: debemos cuidar lo que amamos y mostrar gratitud" - reflexionó Lila.

Al caer la noche, los duendes celebraron con una gran fiesta, llenando el bosque de risas y música. Y desde ese día, nunca olvidaron la importancia de agradecer a la naturaleza.

La magia de la Cascada de los Deseos nunca se apagó porque los duendes habían aprendido a valorar y proteger lo que realmente importaba. Y así, en cada rincón del bosque, su alegría se volvió el nuevo canto de la cascada, recordando a todos que la felicidad se encuentra en compartir y cuidar unos de otros.

Y, como les enseñó el anciano Bardo, la gratitud es la llave para mantener la magia viva.

FIN.

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