Los duendes y la extraña criatura



En un tranquilo bosque, lleno de colores y aromas, vivían unos pequeños duendes llamados Brilli, Luma y Chispa. Les encantaba recolectar tesoros cada día para llevar al gran rey del bosque. Cada tarde, el rey les recompensaba por su esfuerzo con pequeños regalos que les hacían brillar los ojos de felicidad.

Un día, mientras buscaban piedras preciosas entre la hierba y flores que iluminaban el suelo, Luma exclamó:

- ¡Miren! ¡He encontrado algo raro!

Los duendes se acercaron y vieron una especie de pelusa brillosa, que parecía moverse. Era una extraña criatura, como una bola de pelo con ojos grandes y redondos.

- ¡Hola! - dijo la criatura con una voz suave y melodiosa. - Soy Nube.

Los duendes se miraron entre sí, sorprendidos. Nunca habían conocido a un ser como Nube.

- ¿Qué haces aquí, Nube? - preguntó Brilli, curioso.

Nube suspiró:

- Soy una criatura del bosque que ha perdido su hogar. Siempre he tenido una familia, pero un día, un fuerte viento me llevó lejos. Desde entonces, sigo buscando un lugar donde sentirme en casa.

Los duendes se miraron, pensando en el tesoro que habían encontrado.

- Pero, Nube, puedes venir con nosotros a nuestro hogar, el rey siempre recibe a quienes necesitan ayuda - sugirió Chispa.

Nube sonrió con los ojos brillantes:

- ¡Sería maravilloso! Pero no tengo nada que ofrecer a cambio.

Los duendes reflexionaron. Habían aprendido que la verdadera riqueza no siempre era oro o joyas, sino la amistad y el apoyo mutuo.

- No te preocupes, Nube. La amistad es el mejor regalo que podemos ofrecer - afirmó Luma con una gran sonrisa.

Así que Nube se unió a los duendes en su búsqueda de tesoros. Juntos, descubrían nuevas maravillas en el bosque. Llevaban flores cantoras, hojas que bailaban al viento y piedras que brillaban con mil colores. Y en cada tesoro recolectado, la risa y la alegría aumentaban.

Pero el camino no fue fácil. Un día, se encontraron con un río caudaloso que bloqueaba su camino.

- ¿Y ahora qué hacemos? - se lamentó Brilli.

Nube, recordando cómo había cruzado ríos en sus travesías, sugirió:

- ¡Construyamos un puente!

Los duendes, entusiasmados, buscaron ramas y hojas. Trabajaron juntos, cada uno aportando su talento, y al final lograron construir un puente que les permitió cruzar.

- ¡Lo logramos! - gritaron todos.

Finalmente, llegaron al castillo del rey y le presentaron sus tesoros.

- ¡Qué maravillas traen hoy, pequeños duendes! - exclamó el rey, admirando las maravillas. Cuando vio a Nube, sonrió aún más. - ¿Quién es esta nueva amiga?

Los duendes le contaron la historia de Nube y cómo había encontrado en ellos una familia. El rey, conmovido, decidió acoger a Nube en su corte y le ofreció un lugar en el castillo.

Desde ese día, Nube se convirtió en parte de la familia de los duendes y su amistad hizo que cada vez que compartían un tesoro, no solo era un regalo para el rey, sino una celebración de su unión y amor.

Cada tesoro que llevaban a casa era especial, porque recordaban que juntos habían superado obstáculos y que el verdadero tesoro era la amistad.

Y así, los duendes del bosque aprendieron que ayudar a otros y hacer nuevos amigos era lo más valioso de todos.

Por eso, cada día, cuando buscaban tesoros, lo hacían con una sonrisa y corazones llenos de alegría.

FIN.

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