Los Elotes Mágicos de Don Saco
Era una mañana soleada en el pequeño pueblo de Villa Elotes, donde todos los habitantes se saludaban con alegría y buen humor. En el centro de la plaza había un pequeño molino, y al lado de este, siempre se veía a Don Saco, un hombre de aspecto simpático, que llevaba consigo una bolsa de elotes deliciosos.
Cada vez que Don Saco caminaba por la plaza, los niños lo rodeaban, ansiosos por probar esos elotes dorados y tiernos. Pero aquellos elotes no eran simples elotes; Don Saco les decía que eran elotes mágicos, capaces de hacer sonreír a cualquier persona.
"Señores, estos son los elotes más ricos de toda la región. Y no solo eso, son elotes que pueden alegrar nuestro día. ¡¿Quién quiere probar uno? !" - decía Don Saco, mientras agitaba su bolsa de elotes.
Los niños, emocionados, respondían al unísono:
"¡Yo quiero! ¡Yo quiero!"
Un día, mientras Don Saco distribuía sus elotes entre los niños, escucharon un estruendo. Era una nube negra que avanzaba amenazante sobre Villa Elotes.
"¿Qué es eso?" - preguntó una niña llamada Clara, con los ojos muy abiertos.
Don Saco miró al cielo y se dio cuenta de que la nube estaba llena de tristeza.
"Parece que la nube quiere llevarse la alegría del pueblo" - dijo Don Saco, preocupado. "Si no hacemos algo, perderemos nuestras risas y sonrisas… ¡tenemos que actuar!"
Con la idea de que los elotes mágicos podían ayudar, Don Saco reunió a todos los niños en la plaza.
"Escuchen, pequeños. Propongo que hagamos una gran fiesta de elotes. Si compartimos nuestro amor y alegría con todos, quizás podamos ahuyentar esa nube triste. ¿Se suman?" - preguntó.
Clara levantó la mano con entusiasmo:
"¡Yo traigo mis maracas!"
Otros niños gritaron sus talentos, algunos propusieron canciones, otros querían contar historias.
Fue así que toda Villa Elotes comenzó a prepararse para la fiesta más divertida del año. A todos les tocó un rol: algunos decoraron la plaza con flores, otros prepararon música y danzas. Don Saco cocinó los elotes para todos.
El día llegó, y la plaza se llenó de risas, música, y sobre todo, el aroma de los elotes. Los adultos se unieron a la fiesta, y pronto ya nadie podía recordar la nube que se acercaba. Todos compartían sus historias, sus risas, y, claro, los elotes de Don Saco.
Cuando llegaron a la cima de la celebración, la nube negra comenzó a perder su forma. El viento soplaba con fuerza, llevándose la tristeza que había acumulado.
"¡Lo logramos!" - gritó Don Saco, mientras los niños bailaban por toda la plaza. "La alegría puede vencer a hasta la nube más oscura. Nunca olviden compartir y ser felices juntos."
Y así fue como, gracias a sus elotes y al trabajo en equipo, Don Saco y los niños lograron ahuyentar la nube triste y recuperar la felicidad del pueblo. Desde ese día, en Villa Elotes, cada primavera celebraban una fiesta de elotes, y cada vez que una nube negra intentaba acercarse, sabían que con amor, risas y buenos momentos, siempre podrían dispersarla.
Así que, querido lector, si algún día te encuentras con una nube de tristeza, recuerda: compartir, reír y ser juntos es la mejor manera de ahuyentarla.
FIN.